domingo, 10 de mayo de 2009

Los demócratas y los nuevos ateos

MIAMI.- Hace algunas semanas atras, los tres principales candidatos demócratas permitieron un atisbo de sus creencias religiosas, durante un foro organizado por un grupo evangélico y transmitido por CNN.

Hillary Clinton, metodista, relató cómo la fe la ayudó a superar la humillación causada por la infidelidad de su marido, el ex presidente Bill Clinton.

John Edwards, también metodista, confesó que oraba y pecaba todos los días y aunque expresó su "profundo y perdurable amor por Jesucristo", sostuvo que Estados Unidos no debería ser descrita como "una nación cristiana".

Finalmente, Barack Obama, miembro de la Iglesia Unida de Cristo, elogió la presidencia de Abraham Lincoln por haber "reconciliado la guerra con la fe cristiana" y, aunque reconoció que el mal existe, sostuvo que el peligro de utilizar la noción de bien versus mal en el contexto de una guerra "es que puede conducir a que uno no sea crítico de sus propias acciones".

Fue la primera vez en la historia de las elecciones presidenciales norteamericanas en que aspirantes a la presidencia fueron cuestionados específicamente sobre su fe, y la disposición de los demócratas a participar en una debate de esta naturaleza revela hasta qué punto están preocupados y decididos a no permitir que los candidatos republicanos capitalicen la percepción de ser los únicos guardianes de la moral religiosa.

Fatiga religiosa

Si bien los dos primeros presidentes, George Washington y John Adams, especificaron en los tratados de paz que "el gobierno norteamericano no está de ninguna manera fundado sobre la religión cristiana", en los últimos años, y especialmente a partir de la campaña que llevó a la presidencia al republicano Ronald Reagan, la derecha cristiana, agrupada en torno del movimiento Mayoría Moral, se convirtió en una fuerza política decisiva en los procesos electorales.

Lo interesante es que al mismo tiempo que los demócratas buscan testimoniar su fe religiosa, una serie de manifestaciones abiertamente críticas de la religión ha estado ganando espacio en el mainstream norteamericano.

Por lo menos cinco libros publicados en los últimos dos años -"El fin de la fe: Religión, Terror y el Futuro de la Razón" y "Carta a una nación cristiana", ambos de Sam Harris; "Rompiendo el hechizo", de Daniel Dennett; "El engaño de Dios", de Richard Dawkins; y "Dios no es grande", de Christopher Hitchens -han llegado al tope de la lista de best sellers , han sido comentados ampliamente por la prensa y sus autores han sido invitados a participar en los principales programas de televisión.

Es cierto que el éxito de un libro (o de un conjunto de libros) no certifica necesariamente la presencia de una tendencia, pero en un país donde, según la revista Newsweek , el 91% de la población se declara creyente y donde el presidente no tiene empacho en afirmar que sus acciones están guiadas por Dios, esta repentina emergencia de un ateísmo combativo no puede dejar de registrarse.

Otras encuestas y estudios, sin embargo, pintan un cuadro diferente de la religión del que surge de la encuesta de Newsweek .

Como señala Ronald Aronson en su artículo "Los nuevos ateos", publicado en The Nation , determinar con precisión el porcentaje de descreídos en los Estados Unidos no es tarea fácil, por la dificultad que tienen los encuestadores en elaborar preguntas que no le hagan el juego a los prejuicios prevalecientes respecto de la religión.

Otras encuestas han establecido que uno de cada siete norteamericanos declara no profesar ninguna religión, y una reciente, realizada por The Financial Times y la empresa Harris, ubica la cifra de creyentes en la existencia de un Dios supremo en alrededor del 73%.

"Confiamos en Dios"

La emergencia de este fenómeno adquiere mayor relevancia si se piensa que la moneda norteamericana aún lleva la frase " In God we trust " (Confiamos en Dios) y que el ateísmo es considerado anatema por amplios sectores de la comunidad y frecuentemente asociado al marxismo.

Tanto es así que en muchos de los foros de discusión del ateísmo que proliferan en Internet, los participantes hablan de la necesidad de "salir del closet", tomando prestada la expresión usada por gays y lesbianas.

¿Se estarán equivocando una vez más los demócratas al enfatizar su fe precisamente cuando comienzan a aparecer signos de fatiga en el campo religioso?

Probablemente no. Los no creyentes están lejos aún de tener los números como para definir una elección.

Pero si algo han conseguido los nuevos ateos es instalar el debate en la sociedad norteamericana, en un momento en que los clamores de una "guerra santa" se agitan en todos los extremos del espectro religioso.

Mario Diament
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