lunes, 25 de mayo de 2009

Los animales también hacen alianzas para conquistar el poder

NUEVA YORK.– Así como hay numerosas estrategias de las que puede disponer el animal político humano con aspiraciones para llegar a la Casa Blanca, también hay muchos animales no humanos que se comportan como los políticos.

Los investigadores que analizan el comportamiento de especies gregarias y relativamente inteligentes, como los monos rhesus, los mandriles, los delfines, las ballenas espermáticas, los elefantes y los lobos, han descubierto últimamente evidencias de que esas criaturas adoptan formas de politiquería extraordinariamente sutiles, a menudo a través de amplios y extendidos entramados sociales.

“Por ejemplo, los delfines machos se organizan en, por lo menos, tres niveles compactos de amigos y compinches, más o menos de la forma en que las sociedades humanas se construyen a partir de pequeños grupos afines para pasar a comunidades más extensas y luego aún más extensos estados naciones", comentó Richard C. Connor, de la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos. Los delfines mantienen sus alianzas a través de giros, vueltas, saltos y piruetas.

Entre los elefantes, son las hembras las que llevan la política en la sangre; cultivan estrechos lazos sociales de por vida con, por lo menos, otros 100 elefantes, una tarea facilitada por su capacidad para comunicarse infrasónicamente a través de kilómetros de distancia en la sabana.

Los lobos, aparentemente, intercalan en su grupo general y profundamente jerárquico ocasionales despliegues de insinuación populista, y si el jefe de una manada demuestra ser un tirano demasiado huraño, los lobos subalternos se confabularán para derrocar al líder vil.

Según los científicos, allí donde los animales deben amalgamar sus capacidades y su número para convertirse en grupos sociales compactos -lo mejor para protegerse de los depredadores, defender o extender el territorio que han elegido, o conseguir un compañero o compañera para aparearse-, el escenario estará listo para la aparición de las capacidades políticas: la habilidad de complacer y aplacar, manipular e intimidad, intercambiar favores y rascar lomos o, mejor aún, arrancar de los lomos moscardones y garrapatas.

Con el tiempo, podría ser que las exigencias de la vida social de un animal gregario superen a todas las otras presiones selectivas del medio ambiente, y posiblemente sirvan de incentivo predominante para la evolución de cada vez mayores cerebros que buscan captar votos (léase la voluntad de los demás).

Y aunque nosotros, los seres humanos, podríamos de manera vaga desaprobar nuestros impulsos políticos y alentar la fantasía de liberarnos con toda la gloria de la charlatanería tribal, en realidad para nosotros y otras especies muy evolucionadas socialmente no hay retorno. Un lobo solitario es un lobo débil, un animal frustrado, sin posibilidades de evolucionar.

Inteligencia animal

Darío Maestripieri, un primatólogo de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, observó un dilema semejante en los humanos y los monos rhesus, cuyo comportamiento investiga.

"La paradoja de una especie muy evolucionada socialmente como la de los monos rhesus o la de los seres humanos es que nuestra tendencia a agruparnos socialmente, nuestra compleja sociabilidad, es la causa de nuestro éxito, pero también es la causa de nuestros grandes conflictos", expresó Maestripieri.

"A través de la historia humana -añadió-, uno ve que los peores problemas para las personas casi siempre se deben a otras personas, y lo mismo pasa en el caso de los monos rhesus. Se los puede poner en cualquier parte, pero su principal problema siempre se deberá a sus semejantes."

A juicio de Maestripieri, los monos rhesus simbolizan el concepto "maquiavélico" (y consecuentemente tituló Macachiavellian Intelligence - Inteligencia macaquiavélica -) a su reciente y popular libro sobre los macacos).

"Esos monos no luchan por la comida, el espacio o los recursos -explicó Maestripieri-. Luchan por el poder. Con poder y prestigio, controlarán el resto."

Los monos rhesus, omnívoros de talla mediana con pelaje castaño rojizo, cara larga y barbada, y orejas perturbadoramente similares a las de los seres humanos, se encuentran en toda Asia, e incluso en muchas ciudades donde les gusta, como al resto, acosar a los turistas. Los monos rhesus típicamente viven en grupos de más o menos 30 miembros, la mayoría hembras relacionadas genéticamente y con sus crías a cuestas.

"Nunca pelean dos entre sí. Siempre hay otros que intervienen, y las posibilidades de triunfar dependen de los aliados y la red de apoyo que tenga cada uno", señaló Maestripieri.

Los monos rhesus cultivan las relaciones sentándose al lado de sus amigos, mimándolos, acicalándolos y ayudándolos cada vez que se presenta la oportunidad, por lo menos, cuando la oportunidad para la foto es adecuada.

"Son esencialmente oportunistas", señaló Maestripieri. "Simulan -prosiguió- que están ayudando a otros, pero sólo ayudan a los adultos y no a los más chicos. Sólo ayudan a quienes están por encima de ellos en la jerarquía y no por debajo. Intervienen en peleas colectivas sólo cuando saben que ganarán y cuando el riesgo de salir lastimado es ínfimo."

En suma, tratan de obtener el máximo beneficio con un costo mínimo y ésa es la estrategia que parece funcionar bien para promover su posición dentro del grupo.

Sociedad matriarcal

Con una expectativa de vida similar a la de los seres humanos, los elefantes demuestran que poseen una de las redes sociales más articuladas que se han observado hasta ahora, y su recuerdo de amigos y de relaciones distantes encuadran perfectamente con el prestigio de la especie.

"Su sociedad está organizada como un matriarcado con un grupo central determinado de tal vez diez elefantes dirigidos por la hembra de mayor edad", indicó George Wittemyer, que investiga el comportamiento de esos animales en la Universidad de California, Estados Unidos.

"Ese grupo -añadió- está casi siempre junto, recorre distancias considerables y sólo hace un alto para beber y para arrancar y devorar follaje. Están tomando decisiones permanentemente, como si deliberaran entre sí, por la comida, el agua, y la preservación de su seguridad. Se puede observar eso en el terreno. Y se los puede oír cuando emiten sonidos de desacuerdo."

"Habitualmente, la matriarca tiene la última palabra y el resto acata su decisión. Si una facción discrepa en gran medida y quiere probar otra alternativa, el grupo se divide y vuelve a reunirse más tarde. La edad tiene sus privilegios, y a las hembras más viejas, aunque no sean las más voluminosas, a menudo les ceden los mejores sitios para dormir y la mejor comida. Pero eso conlleva responsabilidades, y una matriarca frecuentemente es la que va al frente ante conflictos con otros elefantes o amenazas de depredadores, a veces con efectos mortíferos."

Ejemplo de convivencia

En Halifax, el doctor Hal Whitehead y sus colegas de la Universidad de Dalhousie, una de las principales de Canadá, descubrieron sorprendentes similitudes de convivencia entre el elefante y otro mamífero, la ballena espermática, que tiene el cerebro más grande, en términos absolutos, que el mundo ha conocido.

Como en el caso de los paquidermos, la comunidad de las ballenas espermáticas está segregada sexualmente: las hembras se agrupan en aguas oceánicas a 40 grados al norte o al sur del Ecuador, y los machos prefieren las aguas polares.

El núcleo social está compuesto por un grupo de unas 10 o 12 hembras y sus crías. Las ballenas espermáticas también emiten muchos sonidos. Se comunican entre sí al estilo del código Morse. Cada grupo, según el doctor Whitehead, tiene un dialecto propio y distintivo que los miembros utilizan para identificarse entre sí y que los adultos transmiten a los más jóvenes. "En otras palabras -añadió Whitehead- pareciera que tienen una forma de cultura."

Nadie sabe para qué las ballenas espermáticas podrían emitir esos sucesivos sonidos breves, pero podría ser una forma de votación, por ejemplo, es hora de detenerse aquí y, sincronizadamente, sumergirse para buscar calamares de aguas profundas, o bien ahora salir nuevamente a la superficie, avanzar, sumergirse de nuevo y demás.

Los grupos también parecen deliberar acerca de los machos preferidos con los que se aparearán y cuáles serán descartados por todas. A todas luces, las hembras son reinas gigantescas. A través de las generaciones, se pronunciaron firmemente en favor de machos cada vez más voluminosos.

Actualmente, su candidato soñado es un tipo llamado Moby, que es tres veces más grande que ellas.

Natalie Angier
De The New York Times
Traducción: Luis Hugo Pressenda
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