lunes, 25 de mayo de 2009

Antonio Gasalla: Las cotizaciones del humor crítico

Llega en un auto azul al teatro Mar del Plata, donde protagoniza Cristina en el país de las maravillas junto a Nito Artaza y Luciana Salazar. Sale de la cochera y camina en dirección a la puerta principal. O, mejor dicho, lo intenta porque, desde temprano, lo esperan unos cuantos fanáticos munidos de celulares con cámaras y de papel y lapicera. Firma con gusto los autógrafos requeridos y con una sonrisa plena se deja retratar.

—¿Qué le hizo aceptar trabajar en esta obra?

—Me lo propuso (Artaza), lo pensé y acepté. No hay ningún motivo extraño ni fuera de lo normal.

—Se ha hablado de que su contratación ha sido una de las más altas de la temporada (N. de R.: distintas publicaciones informaron que por los tres meses de temporada Gasalla habría percibido cerca de 700.000 pesos). ¿Es así?

—En estas cosas siempre hay algo de verdad y otro poco de mentira. Después empieza a haber cada disparate que publican. No me interesa aclararlo ni desmentirlo.

—¿Sería una cifra histórica, en el sentido de que nadie la habría ganado hasta ahora?

—A la gente le gusta lo que hago. Estamos en un éxito y en un éxito entra mucha plata. Si sabés manejar bien tu profesión, parte de esa plata te corresponde. En este trabajo uno gana lo que logra que le paguen.

—¿Qué características cree que tiene Luciana Salazar que la diferencian de otras chicas del ambiente?

—No me baso en lo que tiene una o la otra. Ella tiene muchas posibilidades de explotarse. Estudia y tiene bastante perfil bajo.

—Con Nito, ¿cómo se lleva?

—Tengo una buena relación en el trabajo. En el teatro, hay un montón de cosas que pasan por el ego individual de cada integrante. Y más ahora, que la pelea da promoción. No la comparto porque no creo que el público piense en el elenco que se pelea más para ir a verlo. El periodismo puso de moda esto. Además, hay gente nueva que ingresa a la profesión que no tiene otra cosa que ofrecer que su propia carne y su propia sangre.

—¿Cómo está su relación con Susana Giménez y con Mirtha Legrand? Las dos estuvieron enojadas con usted.

—Siempre es más grande de lo que parece. Lo curioso es que ellas nunca vieron lo que dije arriba de un escenario. Lo que pasa es que alrededor de las estrellas está el rabo. Es decir, miles de personas que las llenan de cuentos, de halagos y de mucho chisme. Mi plan no es molestar a la gente. No me va la vida en decir una maldad de Mirtha o de Susana. Nunca fueron más de dos minutos arriba del escenario. Mirtha no veía un espectáculo mío desde 1979 y habla de algo que dijimos con Carlos Perciavalle en 2000. Ese año, le agarró como un ataque de algo que no vio. Y lo mismo pasó con Susana, hasta que vino a ver La verdad de la milanesa, en el 90 y pico, y ahí vio y dijo: “¡Qué genial!¡Qué divertido! Y viva la pepa”. En el fondo es así: ellas también necesitan prensa (se ríe).

Una caja no tan boba. En la plaza donde acepta ser entrevistado no hay nadie, hasta que llega Gasalla. “En qué país vivís”, reta una mujer hiperbronceada a su marido, que no lo reconoce.

—¿Le molesta la fama?

—No, ya la incorporé. Al principio es medio desequilibrante. Muchos artistas se esconden, hacen un rulo de eso. Yo al contrario, cuando estoy deprimido, salgo a la calle y vuelvo con el ánimo levantado hasta donde quieras.

—¿Tiene ganas de volver a la TV con un programa propio?

—La televisión no es un medio en el que uno pueda entrar cuando quiere. No es el teatro, que armás un proyecto y a la larga lo terminás haciendo. Cada canal tiene su personalidad o por lo menos sus dos o tres personas de poder que son las que deciden.

—¿Qué le parece que los participantes de “Bailando por un sueño” o de “Gran Hermano” hagan teatro?

—Tengo casi 49 años de profesión. Te imaginarás la gente que vi entrar y salir. Si la televisión abre las puertas casi para el amateurismo, es una cosa. Pero yo prefiero un hecho artístico ejecutado por artistas. Entiendo que en la TV se armaron los formatos donde se hace un casting y entra cualquiera. Y alguno permanecerá. No hay que ponerse nervioso: las cosas caen solas. Además, la gente nueva que ingresa en la profesión no tiene idea de a quién se dirige ni lo que es el hecho de actuar para los otros.

—¿Les falta formación?

—Totalmente. Mirá qué contrasentido, pienso que Marcelo Tinelli con el programa capacitó a una generación de chicas nuevas. Les dio una especie de clase compulsiva de danza y de oído para escuchar música, lo que no deja de ser interesante. Cada una de ellas por separado no lo hubiera hecho. La televisión tiene otros códigos. No hay que mezclarla con el arte ni con el teatro. Es un gran negocio y cada vez más se exige a sí misma: si no anotás puntos, a la calle. Hay una cosa competitiva y compulsiva, que tiene el mundo entero. Nosotros, que somos el país más exagerado del mundo, la llevamos hasta las últimas consecuencias.

—¿Le han propuesto participar o ser jurado de los concursos de “ShowMatch”?

—No, por suerte no. Lo digo porque no hubiera bailado ni sido jurado. Siempre, cuando te proponen algo que es como para decir que no, es mejor que no te lo propongan: a la gente no le gusta que le digan que no.

—¿Cómo vio la participación de Carlos Perciavalle en “Cantando por un sueño”?

—Lo vi poco. Tenía muy buenas notas, parecía que era el mejor y un día desapareció. Te levantás para ir al baño, volvés y ya no está más.

—¿Le gusta el gobierno de Cristina Fernández?

—No sé nada porque recién empieza. Lo único que veo es que había un montón de promesas de que estaba todo bien con la energía. Pero la Argentina es así. Uno cree que porque lee el diario entiende lo que pasa y no es así.

Carlos Sanzol
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