lunes, 25 de mayo de 2009

Haydeé Padilla: "La Chona fue mi mejor travesura"

Dice que tiene la prueba en la mano, pero tiene la mano vacía. Sin embargo, cuando extiende la palma derecha, las líneas de la piel dan cuenta de la predicción ajena sobre su propio destino: "¿La ves aquí? Es chiquita, pero está desde siempre. La llaman la estrella de la popularidad. Me la encontró un amigo de mi papá que leía las manos. Estábamos de sobremesa, en casa y me miró fijo y me dijo Vas a tener mucho éxito en la vida... Y pensá que yo todavía era una nena". Pasaron casi 60 años de esa anécdota de la que Haydeé Padilla no se olvida. Buena parte de su largo camino se la debe haber recordado más de una vez.

Camino que ahora la tendrá de regreso, aunque nunca se haya ido. Si bien estuvo trabajando en teatro, no participaba con continuidad en la TV desde el 2005 (Un cortado, por Canal 7). Y entre su última tira (Piel naranja) y la próxima habrán pasado 33 años. Será Flora, la abuela de Nicolás Cabré en Por amor a vos (Canal 13): "Andaba con muchas ganas de volver a la exigencia de la grabación diaria, de estudiar la letra, de estar ocupada con algo bueno. Cuando me llamaron no tardé ni medio minuto en contestar. Fue como si me hubieran dicho Che, ¿querés viajar a Madrid? Hago el bolso y vamos".

¿Es tu "lugar en el mundo"?

Sin dudas. Tengo muchos amigos que viven allá... los Alterio, Alberto de Mendoza, Fernanda Mistral, otros que no son actores. La primera vez que fui fue en el 78 haciendo El gran deschave —con Federico Luppi, su ex pareja—, una obra muy profunda sobre los vínculos. Nos iba bárbaro, pero yo no podía disfrutar mi paso por España. Estaba muy angustiada y no sabía por qué.

¿No lo sabías?

Bueno, tal vez sí, pero no lo tenía asumido. Veía un guardia civil y temblaba. Pensá que soy hija y nieta de españoles y estando allí me volvían los relatos de la hambruna, de la Guerra Civil donde murieron muchos Padilla. Recién la tercera vez que fui, cuando llevamos Venecia, pude ponerle nombre a esas sensaciones de tristeza. Y pude resignificar ese lugar y pasear y gozar.

Con unas bermudas de hilo y una remera que invita al juego, con un play en lentejuelas, se anima a rebobinar su historia hasta llegar a ese living de Viamonte y San Martín, donde un señor le había avisado lo que la vida le tenía preparado. "Eramos cuatro hermanos con muchos amigos, así que la casa se llenaba de gente. La cocina económica siempre estaba funcionando. Y salíamos mucho en grupo, íbamos a los boliches que había por el Bajo... Me acuerdo que una vez mi madre nos dijo: Acá cerca, unos muchachos han puesto una escalera hacia un sótano. Parece que van a construir un teatro. ¿Por qué no van? Y fuimos. Nos preguntaron qué sabíamos hacer y empezamos a hacer de todo, desde ayudar al albañil hasta coser ropa. Y quedé como actriz. ¿Sabés qué era? El Payró", revela la mujer que el día que actuó ahí en la obra 14 de Julio —de Romain Rolland— se bajó de sus puntas de pie para transitar la vida de otro modo.

"Yo venía en una línea de mucho romanticismo. Veía todas las películas de Rita Hayworth y sólo quería bailar. Me había sacado un 8 en el examen de ingreso en el Conservatorio Nacional de Danza y soñaba con hacer Giselle. Pero a partir del Payró me interesé por (Henrik) Ibsen, por (Bertolt) Brecht. Ese sitio era un espacio para crear, para crecer. El director era Onofre Lovero, un gran amor y un gran maestro del que aprendí la importancia del compromiso. A mí me gusta ese tipo de gente, como él, como Juan Carlos Gené, como fue Carlos Gandolfo, tipos que jamás traicionan su ideología".

En tiempos en los que ella "hacía obras que irritaban al poder político", un día, un juego nacido para su universo privado se le volvió público. Y Haydeé quedó tomada por La Chona, esa criatura con la que parodió cierto modelo femenino, con la curiosidad y lo barrial como trazos principales. De ella se sabe que está casada con "el Hétor", que su cuñada vive en un country del Oeste y que la vida ajena la seduce. Su origen, no tan preciso, echó raíces desperdigadas: "Un día, por ejemplo, estaba haciendo algo de Ibsen, con una peluca hasta acá, y dije, marcando las eses, esto de ser artista, déjenme de joder, estoy toda sudada. Y otro día, con ese mismo tono, fui agregándole texto con cosas que había tomado de otras mujeres. Así, hasta que en un alto de las grabaciones de Romeo y Julieta (Canal 13) la volví a hacer y Eduardo Bergara Leumann, que trabajaba en ese programa, se murió de risa. Y un día me llamó a casa —ella ya vivía con el autor Sergio de Cecco— para que la llevara a la Botica del Tango. Una noche fui y no me animaba a hacerla. Estaba lleno de gente y me empecé a ir, hasta que el Gordo dijo Esa señora que quiere que su hija, la Cuqui, aprenda tango.... Me di vuelta y le dije ¿A un casual qué, este chico? Y me quedé e hice varias funciones. De eso pasaron 40 años".

Después la contrató Alejandro Romay para que la interpretara en Tropicana, tuvo su espacio en la radio y su Almorfando con La Chona por Canal 11. "No me pesa para nada. Es más, me gustaría volver a hacerla... La Chona fue mi mejor travesura", confiesa la mujer que sabe disociarse sin soltarle la mano a la criatura popular cuya estrella atesora, curiosamente, en esa misma mano.-

Silvina Lamazares
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