lunes, 25 de mayo de 2009

Julieta Díaz: Chica espiritual

Su lenguaje corporal confunde. En un momento se aproxima, como si quisiera confesar un secreto, y al siguiente se aleja, recostándose en el respaldo del sillón, en clara actitud de distancia. Un “juego” que mantendrá durante toda la entrevista. A Julieta Díaz se la reconoce por su labor en cine, teatro y televisión; también, por su bajo perfil, por ventilar poco y nada de todo aquello que circula por fuera de su profesión de actriz. Aunque cauta y medida, en ningún momento deja de mostrarse afable.

–¿Es muy desconfiada?

–Al principio sí, miro de lejos. Una vez que la intuición y las acciones me devuelven algo bueno, me dejo llevar. Cuando uno ha tenido malas experiencias aprende primero a ver quién es el otro.

En este momento Julieta está atravesada por la soledad, aunque no la suya (hay un nuevo amor que se niega a revelar): tiene que ver con Solas, la obra teatral que encabeza junto a Leonor Manso y Juan Manuel Tenuta. Casualidad o causalidad, el tema no le es indiferente. “Pienso en la soledad de tantas amigas mías o mujeres de la edad de mi vieja que sufren mucho, que no les gusta estar solas. Siempre digo que si hay mujeres en soledad también debe de haber hombres en la misma condición. Es un tema que angustia mucho.

–¿La gente se comunica menos?

–Cuido mucho el vínculo con mis amistades y mi familia. Es muy importante para mí. Será porque de chica tuve una familia reducida; soy hija única, mi vieja y mi viejo estaban separados, y mis recuerdos de las reuniones numerosas son muy felices. Estar con la familia me pone muy feliz; no es un peso como para otros; todo lo contrario.

–¿A usted le asusta la soledad?

–No. Me he sentido sola de amor y a veces pude haberme angustiado, pero en general estoy tranquila. Para estar bien con alguien hay que poder estar bien solo; es la mejor manera. Pero el trabajo sólo puede sostenerse con los afectos.

–¿No es muy radical su pensamiento?

–¿De qué sirve que te vaya genial en el trabajo si en tu vida personal estás solo? No es que si te va bien en el trabajo vas a estar más abierto para conocer a alguien. Pero seguro que es mejor estar bien con tus afectos para que tu trabajo crezca. Tiene que ver con una cosa interna.

–¿La independencia de la mujer la ha dejado más sola?

–Ha desconcertado a ambos sexos; estamos aprendiendo a volver a los orígenes: la mujer independiente, pero sin dejar de necesitar al hombre. Porque si es tan, tan, tan independiente, el hombre piensa: ¿para qué estoy en este mundo? Y después se hacen putos (ríe y aclara que es una broma). Hay un lugar femenino que es bueno no perderlo. Cada uno tiene su rol; ésa es la idea con la que me estoy empezando a sentir cómoda. Hay una cosa clarísima: la mujer recibe y el hombre da. Es ancestral y hay que respetarlo en algunos puntos. Es unir a la abuela con la madre. Una no trabajaba, dejaba que el varón decidiera todo, y la generación de mi vieja es la que empezó a laburar, quería divorciarse y lo hizo... Hay que hacer un mix.

–¿Los 30 son una bisagra, un antes y un después en la vida de una mujer?

–Hay algo que empezás a preguntarte, se empiezan a definir cosas muy fuertes: hacia dónde va tu vida. Es empezar a armar el futuro. Siento que estoy yendo hacia el lugar que quiero.

–¿Cuál es el camino que le gustaría recorrer? Se intuye que un nuevo amor ya asomó...

–¿Te diste cuenta? (ironiza). Me gustaría armar una familia que fuera la base de mi profesión. Hay muchas profesionales que pueden hacer las dos cosas. Es la mezcla entre la abuela y la madre.

–Hace un tiempo usted decía que la maternidad no estaba en sus planes, ¿qué cambió?

–No sé. Es una fantasía, después vendrá el momento de la decisión para que se concrete. Es una inquietud que apareció y es interesante pensar cuáles serán mis cimientos. Este es el momento de replanteos.

–Que sus padres se hayan separado cuando usted era muy pequeña parece no haber influido en el valor de la pareja...

–Es que ellos pudieron rehacer su vida. Si los dos estuvieran solos, sería una tristeza enorme y no tendría un modelo a seguir. Ellos me mostraron que se puede.

–Con una madre astróloga debe de ser difícil no dejarse llevar por el horóscopo...

–Creo en la astrología china y en la occidental. Es una ciencia; los planetas estaban de una manera cuando uno nació y había una energía determinada, y eso es mucho más que “¿de qué signo sos?”. Sirve para entender las personalidades. Es algo profundo.

–Se presenta como “bien virginiana”, ¿cuál es su sello distintivo?

–Detallista, racional, controladora, aunque estoy tratando de relajarme. Según mi vieja, somos muy generosos, serviciales. Virgo es una energía y mi ascendente es Leo, tengo Luna en Cáncer, Venus en Leo...

–Su nuevo amor, ¿de qué signo es?

–No voy a hablar de eso. No sabe, no contesta.

–Usted dice que su padre –el actor Ricardo Díaz Mourelle– es un ejemplo en lo moral y en lo artístico. ¿Qué aspecto la marcó a fuego?

–El amor y el compromiso por el trabajo. La seriedad, la intensidad, la generosidad y la solidaridad.

–La mirada espiritual, entonces, viene del lado materno...

–De mi mamá heredé la búsqueda interna. Hace unos años empecé a conectarme con esa parte y a tomar conciencia de que mi vieja me dio el ejemplo. El camino espiritual no es fácil, pero mi mamá pudo sostenerlo a lo largo de su vida. Comparto su manera de buscar el centro.

–Usted hizo varios retiros espirituales en la montaña, ¿qué es lo que la llevó y qué es lo que encontró?

–La necesidad de creer en Dios, y me di cuenta de que si necesitás creer ya estás creyendo. Necesito saber que hay alguien más a quien puedo entregarme y en quien confiar.

–¿Cuál es su dios?

–Creo en el dios sin religión. Me siento identificada con el concepto, con mayúsculas, más austero de Dios. Llamale Dios, Alá, Buda... El ideal es ser racional con el centro fijado en lo espiritual.

–¿La espiritualidad está emparentada con el haberse hecho vegetariana?

–Mi vieja empezó a ser vegetariana cuando yo tenía 11 años; crecí con ese concepto, pero de vez en cuando comía carne. Cuando fui a vivir sola jamás cociné carne ni pollo y hace tres años noté un malestar cada vez que comía carnes. Desde hace un año la dejé y siento que puedo prescindir perfectamente. Mi mamá es ecologista; también medita...

–De chica vivió en una pensión con su mamá, ¿le pesa ese recuerdo?

–No, provengo de una clase media con momentos mejores y otros peores. Mis viejos la lucharon; eran laburadores. En un momento estábamos muy ajustadas de plata y nos fuimos a una pensión: había muchos chicos de mi edad y eso estaba bueno. No fue lo más lindo de mi vida, pero siempre tuve una buena relación con mi madre: fue mi gran compañera, sus manos me acariciaban mucho...

–¿Qué sensación le provocan las manos de su madre?

–Son hermosas. Sus manos no son ni frías ni calientes, tienen la temperatura perfecta. Cuando era chica tenía problemas para dormir y mi mamá me hacía masajes en los pies. Ella es muy dulce, muy femenina. Siempre tuvo mucho contacto físico conmigo (se acaricia las manos con infinita ternura). Bailábamos juntas, me cortaba el pelo... Es como dice Peteco (Carabajal): “Las manos de mi madre parecen pájaros en el aire, historias de cocina entre sus alas heridas de hambre”. No hay palabras para explicar sus manos, por eso me quedo con la frase de Peteco: “Como pájaros en el aire”.

–¿Qué simbolizan las manos para usted?

–Las manos del padre hacen; las de la madre, cuidan.

Mónica Soraci

Data:

Julieta Díaz nació el 9 de septiembre de 1977 en Buenos Aires.

En televisión participó en las tiras Campeones (con Osvaldo Laport y Soledad Silveyra), Ilusiones (con Catherine Fulop y Oscar Martínez) y 099 Central (con Facundo Arana y Nancy Dupláa). En 2003 realizó Soy gitano, donde compuso la pareja protagónica junto a Osvaldo Laport. En 2004 fue una de las caras principales de Locas de amor. También intervino con gran repercusión en el ciclo Mujeres asesinas.

En cine, trabajó en Rockabilly, Dejala correr, Derecho de familia y La señal.

En teatro, actuó en Emma Bovary, El pan del adiós, La celestina. Actualmente protagoniza la obra Solas, con Leonor Manso, dirigida por Alicia Zanca.


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