lunes, 18 de mayo de 2009

Ser esclavos del dinero

Tarde o temprano, todo el mundo da en la vida con uno o una representante de los llamados avaros -los amarretes-, con todo lo que eso significa. La avaricia y la usura son plagas tan ancestralmente arraigadas que tuvieron que ser declaradas oficialmente como pecados por la Iglesia. Un viejo refrán de origen itálico dice que el dinero le sirve al pobre en beneficio y al rico de suplicio.

Tener riquezas y la generosidad de compartirlas no siempre van de la mano. Así lo expresa el Diccionario de la Real Academia, que define la avaricia como el "afán desmesurado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". El clásico Larousse reemplaza el adjetivo desmesurado por desorganizado . Son sus sinónimos: avidez, cicatería, codicia, mezquindad, miseria, ruindad, sordidez y tacañería.

La mezquindad a menudo se asocia a diversas localidades. Así, muchas comarcas poseen su tópico de tacañería: si vas a Arquillos, échate pan en los bolsillos , refiere el dicho popular, y el convite del cordobés dice, ya habréis almorzado, no queréis comer . Es curioso que existan pocos insultos para los dilapidadores: manirroto, derrochador, despilfarrador.

Los árabes designan con el término zacatín a aquellos que regatean a la hora de comprar. Se cree que tacaño deriva de hebreo taqanah . Lo cierto es que a muchos pueblos se los vincula con el amarretismo. Sin ir más lejos, cerca de Coronel Vidal, en la provincia de Buenos Aires, hay una pulpería a la que bautizaron Don Prudencio, en recuerdo del personaje de ficción de la obra Don Prudencio Amarra , creado por Gustavo Pueyrredón, en los años setenta.

Bueno, bonito y barato

"El amarrete siempre está cuidando algo, es como esclavo de sus posesiones", reflexiona el psicoanalista Buby Navedo. Y expresa: "La codicia, ese afán en la época de la plata dulce de tener la cosa deseada, fue una actitud neurótica que iba más allá del consumo. La lectura que hacen ciertas personas que consumen algo muy barato es muy parcial, no se trata solamente de lo que compran. Luego está lo circunstancial, situaciones que nos convierten a todos en amarretes (por ejemplo, la época del Corralito) y eso también se notó en los sentimientos, en todo. Pero esas crisis, a veces, ayudan a los amarretes a pasar inadvertidos... Existe también avaricia detrás de lo bueno, bonito y barato . Hay una postura social de quedar bien desde lo formal".

Navedo confirma lo que muchos saben por propia experiencia: "Salir con un amarrete frena el goce. Con todo habrá siempre una historia. Son ese tipo de personas que no comen huevos para no tirar la cáscara y que tienen cocodrilos en los bolsillos del pantalón. Esos que gastan menos que Tarzán en corbatas, que un ciego en novelas y que un ruso en catecismo".

Mal histórico

Santo Tomás de Aquino (1226-1274), en su famosa obra Suma Teológica , dedica a la avaricia un espacio, otorgándole el status de pecado "espiritual", más que "capital". Siglos después, Erasmo de Rotterdam (1466-1536), en Elogio de la locura , considera que la causa de todos los males sociales está en el ansia de dinero. "... la fortuna ama a los insensatos, a los más arriesgados, a los hombres que lo apuestan todo a una carta. La sabiduría, en cambio, hace a los hombres tímidos y ésta es la causa de que con frecuencia los sabios vivan asociados a la pobreza y el hambre". Bernard de Mandeville (1670-1733) manifiesta en La fábula de las abejas , de 1724, que "cuanto más atesoren unos, más escasez habrá entre los demás; por tanto, cuando los hombres increpan a los avaros, en el fondo no hay generalmente más que interés".

El alemán Max Weber (1864-1920) resalta ciertos excesos del ahorro y cita el caso de Holanda, "donde la sobriedad de su vida unida al nivel de riqueza condujo a una excesiva propensión a acumular". La visión del ahorro de John Maynard Keynes (1883-1946) sostuvo que esa práctica era perjudicial en una depresión, porque "la acumulación y la frugalidad podían llevar al empobrecimiento". Para el economista británico, el ahorro es el resultado de la previsión, la precaución o el cálculo de una persona. "Los motivos para no ahorrar son los contrarios, disfrute, imprevisión y generosidad."

En The Soul of Economics , aparecido en 1991, sus autores, D. Breton y Ch. Largent, advierten que "el exceso de avaricia polariza la economía y la puede desestabilizar. Si corregimos las tendencias desestabilizadoras podemos evitar lo peor, si no entraremos en dificultades".

Aquellos iconoclastas, perseguidores de famosos avaros, enumeran en sus insobornables listados al ruso León Trotski, que parece llevarse los laureles. Cuenta uno de sus biógrafos, Harry Wilde, que mientras su padre se iba haciendo rico, Trotski "llevó su sentido del ahorro cerca de la avaricia, y a su dureza de corazón". Señalan también como grandes "agarrados" al vil metal al escritor español Miguel de Unamuno. Dice el escritor y estudioso catalán Josep Plá, que "Don Miguel, estando en París, no quería entrar en el Louvre porque había que pagar la entrada".

Picasso y otros famosos

El notable artista Pablo Picasso fue también un gran avaro. Así lo calificó hace algunos años el periodista español José Luis de Villalonga, en un artículo del diario El País, en el que aseguraba que el creador del cubismo guardaba sus billetes en un baúl de madera. Según su esposa Françoise, el artista decía: "No me fío de los bancos, te pagan intereses, pero eso les da derecho a jugar con tu dinero. Prefiero mil veces mi baúl".

Un artículo de la revista Noticias, titulado Historias de amarretes y escrito por Ana Peré Vignau, señala con dedo acusador y ánimo de escrache a Felipe Solá, debido a que resolvió no dar regalos a los periodistas en su día; a Mirtha Legrand; Gino Bogani; Gerardo Sofovich; Bernardo Neustadt; Carlos Bianchi; Mauricio Macri; Pampita; Nazarena Vélez; Adrián Suar; Eduardo Escasany, y al Tío Rico, la creación de Walt Disney.

Alejandro Schang Viton
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