domingo, 10 de mayo de 2009

¿Químicos descontrolados? Llega REACH, una nueva legislación europea

¿Entiende usted lo que dice en la etiqueta de su desodorante? ¿Sabe qué son las sustancias de las que se compone su pasta de dientes? Como usted, la mayor parte de la gente ignora lo que es el sorbitol, y sin embargo se lo mete en la boca. Pero lo peor no es que el común de los mortales desconozca lo que se esconde tras el sinfín de nombres químicos que nos acompañan en cada acto de nuestra vida cotidiana, sino que los científicos -que sí saben lo que significan estos términos- no sepan cómo influyen en nuestro organismo.

¿Son los causantes de las alergias? ¿Del cáncer? ¿Provocan infertilidad? ¿Pueden tener efectos negativos a largo plazo, usados a diario, cada noche al lavarse los dientes? Durante cuatro años la Unión Europea discutió el asunto, hasta que se dio luz verde a REACH (Registration, Evaluation and Authorisation of Chemicals), la nueva legislación sobre sustancias químicas y la normativa comunitaria más extensa jamás aprobada, que entró en vigencia el 1 de junio.

Hace 25 años se empezó a creer que ciertas sustancias podían ser nocivas para el organismo humano o para el medio ambiente. A partir de entonces, se instauraron controles regulares, cada vez más rigurosos. El problema reside en los químicos nacidos antes de 1981, que siguieron comercializándose sin un análisis que mida las consecuencias de sus usos.

Son esos "viejos químicos" los que causaron más de un escándalo, y es precisamente ese año el que genera discordia en los debates de REACH. Aunque la industria química hubiera preferido ahorrarse poner a prueba lo que en esa época salía de sus fábricas, no podrán hacerlo ya que tendrán que dar explicaciones: la nueva legislación no tiene compasión con la tercera edad química y pide datos sobre todas las sustancias de las que se produzcan más de una tonelada anual. Tampoco se distingue entre los químicos propios y los ajenos, los productos importados se someterán igualmente a revisión. Tendría poco sentido exigir mayor cuidado a la industria de los países miembros mientras el mercado europeo se llena de sustancias tóxicas procedentes de fuera de la UE.

Cáncer, infertilidad...

No todos están conformes con la regulación por toneladas. "Los químicos también pueden suponer un riesgo en pequeñas cantidades", opina la Cámara de Médicos en Alemania. Otro punto controvertido de REACH son los productos altamente peligrosos, para los que médicos y defensores del consumidor querían una prohibición total y para cuyo uso la industria química ha logrado que las autoridades europeas exijan únicamente una licencia especial, aun cuando existan alternativas en el mercado. Se calcula que unas 5.000 sustancias químicas son cancerígenas, pueden modificar nuestra herencia genética o disminuyen la fertilidad.

En total, unas 30.000 sustancias van a ser analizadas. En comparación con las 3.000 de las que hasta ahora se sabe algo, la cifra se muestra generosa. Pero palidece si se la coloca junto a las 100.000 que REACH contemplaba en un principio, antes de que la poderosa industria química ejerciera su poder de disuasión.

El procedimiento de análisis que pone en marcha REACH es complicado y la labor llevará hasta el 2018. Las compañías disponen de 18 meses para preinscribir sus sustancias. Luego tendrán que analizarlas siguiendo un procedimiento establecido y deberán enviar los resultados a la Agencia Química Europea, en Helsinki. Este organismo nació con REACH y se encargará de conceder o denegar -en base a la información recibida- los permisos para la producción y comercialización de químicos.

La mayor ventaja de REACH es que hasta ahora las autoridades nacionales de cada país miembro estaban obligadas a demostrar que una sustancia química era dañina antes de poder prohibir su uso. Ahora, el proceso se invierte y es la industria química quien tiene que demostrar ante las autoridades europeas que sus sustancias no le hacen mal a nadie.

Luna Bolívar Manaut
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