domingo, 3 de mayo de 2009

Ludovica Squirru: La embajadora

El público televisivo la conoció a principios de los años 80, cuando, a puro delirio e improvisación, debutó en el programa de Tato Bores. Aunque ya había hecho algunas apariciones en teatro y en café concert, fue a partir de ese momento que su popularidad se disparó. Entonces, el nombre de Ludovica Squirru se hizo indisociable del horóscopo chino, que ella se encargó de imponer por estas tierras. Autora de 19 libros sobre el tema, feliz beneficiaria de cifras de ventas que han llegado a superar los 150.000 ejemplares en América latina y España, Ludovica asegura que supo hacerse cargo de la etimología de su nombre: "La que se hace sola". Así, en solitario, se lanzó a la aventura de recorrer China en tren, atravesar América en busca de la sabiduría maya, conocer Europa y parte de Africa. Mientras tanto, estudiaba, escribía poemas, se construía un nombre y lograba que nacer en el Año del Caballo o en el de la Rata fuera tan importante como ser de Acuario, Tauro o Capricornio. A los 50 años, instalada definitivamente en Córdoba, sueña con crear en su casa de Traslasierra un centro de enseñanza alternativa y crecimiento espiritual. El mes pasado, el proyecto se afianzó aún más, con seminarios de meditación, yoga, filosofía y artes. "En julio repetimos la experiencia -asegura, desbordante de vitalidad-. Es mi proyecto de vida: ayudar a crear una nueva conciencia, refundar espiritualmente la Argentina por medio del arte, el pensamiento, la integración".

-Tu entorno familiar fue bastante tradicional. ¿Cómo hiciste para seguir un camino tan diferente? -Bueno, mi padre me hizo el gran favor de morir cuando yo tenía 15 años. Eso fue determinante. Tuve un padre fascinante, brillante, talentoso, que hablaba cinco idiomas, recorrió el mundo, fue medalla de oro de la escuela del Salvador. Pero que también era muy exigente y autoritario en sus mandatos. Quería que yo fuera física nuclear. Como había sido abanderada en el colegio, siempre me gustó estudiar y jamás me había rateado... Pero, ¿física nuclear? ¡No me veo en esa foto! Aunque mi papá, por otro lado, siempre nos decía a mi hermana y a mí: "Cásense grandes, vivan, experimenten, viajen".

-Ahí sí le hiciste caso. -Claro, porque sentí que tenía que buscar mi propia vocación, mi naturaleza. Entender cuál era realmente el sentido de mi vida, sin importar el tiempo que eso llevara. Se me cruzaron amores muy importantes en la vida, a los cuales renuncié. Creo que el matrimonio, la familia, los hijos, son una vocación. En eso soy muy clásica, ¿entendés? ¿Tener hijos para tirarlos en una guardería o dejarlos con una baby sitter? Para eso, mejor no tenerlos. Ni casarse sólo por cumplir con una norma social.

-¿Cómo te sentiste cuando tuviste que tomar estas decisiones? -Me implicaron mucho sufrimiento. Pero la vida es eso: ganar y perder. No podés tenerlo todo. Mirá, yo no tengo mamá: murió hace cuatro años y medio. Fue el gran amor de mi vida; siempre me potenció y estimuló. Cuando ella partió, pasé a un estado que se llama "el adulto huérfano": sin hijos y sin padres. La familia no ha sido mi fuerte. Mi tribu son los amigos: en eso tengo una estrella. Me tocó por ahí.

-Hubo un incendio clave en tu historia. -Ocurrió a los dos años de la muerte de papá. Se quemó totalmente la quinta de Parque Leloir, donde habíamos vivido hasta ese momento. Quedamos en la calle. Andaba mal el tiraje de la chimenea y una noche se prendió fuego todo. Recuerdo que me desperté, tipo 3 de la mañana, con las llamas alrededor de mi cama. El humo, el techo que se me venía encima... Mamá me rescató. No tengo pasado; de mis 17 años para atrás no quedó una foto, una muñeca, nada. Se quemó todo. Esas dos pérdidas, tan tremendas y tan seguidas, marcaron un giro en mi vida. Fue un gran aprendizaje de desapego, de entender que las herencias son espirituales. Pienso que si mi papá hubiera vivido y hubiéramos seguido viviendo en Parque Leloir, yo no habría podido ser lo que soy. Y lo digo con todo el amor a ese padre que me marcó tanto.

-¿Cuánto tuvo que ver tu papá en el viaje que hiciste a China? -Te lo puedo decir casi 20 años después, porque eso fue en el '88. Era una asignatura pendiente impresionante. Mi padre vivió en China cuando tenía 21 años, en el '45. Viajó como agregado civil de la embajada argentina. Mi infancia estuvo signada por eso: escuchaba que él hablaba de un antes y un después de aquella experiencia. Vivíamos rodeados de biombos chinos, alfombras, libros que había traído de allá. Nos hablaba permanentemente de Lao-tsé, Confucio, Buda, el I-Ching. Por eso era fundamental ir a China por las mías. Tenía que ponerle el cuerpo.

-¿Encontraste algo de tu padre allá? -Lo genial es que no. Fui en busca de ese amor hacia Oriente que él me había transmitido, pero no hallé al padre idealizado. De todos modos, nunca iba a estar tranquila si no hacía ese viaje. Quería ver cómo festejaban el Año Nuevo, hasta qué punto creen en los signos. Fui a estudiar y a confirmar un camino. Aunque por momentos la pasé mal: sola en un país totalmente diferente, soportando un frío terrible, sin adaptarme a los olores, las comidas. Volví piel y ojos. Débil. En carne viva.

-¿Qué diferencias hubo entre este viaje y los que hiciste por América? -A la China llegué 5000 años tarde y a lo maya, al mundo de América, a tiempo. Esa es la gran diferencia. El viaje a Oriente lo hice por mandato familiar y por mi trabajo con el horóscopo chino. Una cuestión de responsabilidad conmigo misma y con la gente que me lee. Pero cuando llegué a México sentí que los mayas me decían "quedate acá". Fue un despertar. Empecé a estudiarlos en 1995 y en 2000 publiqué, junto con un antropólogo guatemalteco, El libro del destino. Quizá se reedite este año.

-Vos sos Mono en el horóscopo chino. ¿Qué significa eso? -Tener un espíritu permanente de aventura y curiosidad, de alegría, de cambio de clima. Puedo adaptarme siempre con la mejor actitud. Hasta las cosas que son obstáculos las trato de vivir como algo a favor. ¿Vos leíste los diarios de Anaïs Nin? Yo los leí todos. La admiré como escritora y porque se permitió todo lo que le pasó en la vida. Una mujer que fue amada y amó a los hombres más increíbles de su época. Sus diarios son guías. Muestran a una mujer que se animó a ser ella misma. Como la María Antonieta que muestra Sofia Coppola en su última película. De eso se trata mi búsqueda.

Diana Fernandez Irusta - Febrero 2007

Para saber más: www.ludovicasquirru.com.ar

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