domingo, 10 de mayo de 2009

Llega el antidepresivo personalizado

Imagine que está deprimido y va a ver a un psiquiatra, que le explica que padece de depresión crónica y le haría bien tomar un antidepresivo. Hasta acá todo bien. Pero luego el médico agrega que hay un 60% de posibilidades de que el antidepresivo lo haga sentirse mejor y que recién se dará cuenta luego de entre cuatro y seis semanas, tiempo en el que seguramente sufrirá los efectos colaterales del medicamento.

He descripto lo más moderno en tratamientos para la depresión existentes hasta ahora. Y espero que no me malinterpreten. Contamos con tratamientos muy efectivos y sanos para una amplia gama de trastornos psiquiátricos. Pero en la práctica clínica, contamos con poca capacidad para predecir cuál es el tratamiento específico que funcionará mejor con cada persona.

El caso de Laura, de 30 y pico de años, es ilustrativo. Le recomendé tres medicamentos distintos, que fue probando por lapsos de cuatro semanas cada uno. Ninguno la hizo sentir mejor. Cuando estaba a punto de abandonar, luego de tres meses de consultas, un día vino a verme para contarme que su padre le había contado que el Prozac le había hecho muy bien a él. Me preguntó si podía probarlo. Se lo receté y tres semanas después comenzó a sentirse marcadamente mejor. Los síntomas de su depresión comenzaron a esfumarse.

En lugar del enfoque que me vi obligado a usar con Laura, los psiquiatras pronto estarán en condiciones de personalizar de forma biológica los tratamientos.

A través de un simple análisis de sangre, el médico podrá identificar el perfil genético único del paciente, determinar qué tipo biológico exacto de depresión sufre y cuál es el antidepresivo que mejor funcionaría en su caso.

Los científicos identificaron variaciones genéticas que afectan las funciones de determinados neutrotransmisores, lo que podría explicar por qué algunos pacientes responden a algunos medicamentos pero no otros. Algunos pacientes deprimidos, por ejemplo, que tienen niveles de serotonina anormalmente bajos responden bien a las drogas S.S.R.I. (sigla en inglés por selective serotonin reuptake inhibitor o inhibidores selectivos de reabsorción de serotonina), que alivian la depresión, en parte, al inundar el cerebro con serotonina. Pero otros pacientes pueden presentar anomalías en otros neurotransmisores que regulan el humor, como la dopamina o la norepinefrina, y es posible que no respondan bien a los S.S.R.I.

En un informe aparecido en octubre del año pasado en "Science", el Dr. Francis Lee, colega mío en el Weill Cornell Medical College, identificó una mutación genética que podría anticipar la respuesta de los pacientes a toda una clase de antidepresivos.

Este nuevo campo de la genómica farmacológica permitirá también a los psiquiatras anticipar qué drogas pueden producir efectos colaterales tóxicos en determinados pacientes. Casi todas las drogas son metabolizadas por un grupo de enzimas que varían mucho en actividad de persona a persona.

Al margen de su potencial para transformar la práctica psiquiátrica clínica, estos nuevos avances modificarán sin duda alguna la relación entre los médicos y la industria farmacéutica y entre la industria y la opinión pública.

La publicidad directa al consumidor se volverá irrelevante ya que los medicamentos ya no podrán intercambiarse, sino que se recetarán según el perfil biológico de cada individuo.

De igual modo, los médicos ya no tendrán muchos motivos para reunirse con representantes de las farmacéuticas, ya que no estarán en condiciones de darles la información más importante, que es cuál es el mejor medicamento para cada paciente. Para ello, los médicos necesitarán un análisis genético, no un vendedor.

Es así como dentro de muy poco tiempo los psiquiatras conocerán no sólo las mentes de los pacientes sino sus cerebros también.

Richard Friedman THE NEW YORK TIMES
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