lunes, 11 de mayo de 2009

El peor de los pecados

No siempre hubo niños. La literatura clásica no los tuvo en cuenta ni en Grecia ni en Roma. Y el Nuevo Testamento, para narrar la infancia de Jesús, apenas si menciona a un chico iluminado que, a los doce años, discutía con los maestros en un templo de Jerusalén.

Los niños, los reales, nacen recién en el siglo XIX, como símbolos descarnados del industrialismo, y sus nombres son Oliver Twist, David Copperfield o Gavroche.

En la literatura argentina, los niños no se hicieron presentes hasta la llegada de Guillermo Hudson en el Siglo XIX, en cuya obra hubo más niños que en el resto de la literatura nacional hasta entonces.

Pero el siglo XX, en contrapartida, fue aclamado por el concepto de Infancia Protegida, por la Convención sobre los Derechos del Niño y por la idea de que los niños, cuya cotidianeidad depende de los padres y de los adultos, deben ser siempre custodiados.

En la Argentina, sobre los chicos, llegó inclusive a difundirse una consigna que no puede dejar de evocarse: "los únicos privilegiados son los niños".

En el comienzo del Tercer Milenio, y después de recorrer varias ciudades, puede decirse que nunca como ahora la niñez, antes protegida, estuvo tan explotada y abusada en nuestro país. Y que nunca, como hoy, se han llegado a comprobar la explotación laboral infantil, el auge de la "paidofilia" en internet y el secuestro de menores de edad por redes de prostitución.

Algo se ha cortado. Algo como una arteria que iba al corazón. Y se ha cortado en todos. Porque los depredadores sexuales de niños, y los que callan, no son los más pobres ni los más ricos, ni los criminales ni los psicópatas, sino una muestra significativa de la Argentina actual.

Ante cuestiones tan cargadas de patetismo, como las que se van a delatar, la razón parece retroceder y dar paso a una reflexión de Mark Twain: "La única diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción necesita ser creíble".

La realidad. La Fundación Adoptar es una ONG de Tucumán que fue la primera en obtener una línea telefónica (102), provincial y gratuita, que funciona para la escucha y contención de niños. Julio César Ruiz, su presidente, entre miles de denuncias, ha formulado la siguiente: "El 5 de noviembre del 2003, en el basural llamado ‘vaciadero de los Vázquez’, fue filmado un niño de cinco años haciendo una fellatio a un policía. Consultados algunos vecinos, nos dijeron que ése es el peaje que el policía le cobraba a los chicos para dejarlos entrar a comer basura".

Sara Torres es la Directora Argentina de la Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños. Y en su departamento porteño del barrio de San Telmo, denunció que, tiempo atrás, fue testigo visual de lo siguiente en Villa María, Córdoba: "Funcionaban prostíbulos en unos ranchos con lucesitas... Y en medio de una ruta, por la que circulaban camiones, se veían mujeres y niñas ofreciéndose, mientras unos proxenetas controlaban el negocio, de a caballo y con látigos, vigilando que no se moviesen de los lugares asignados".

Verónica Artiguez, licenciada en Trabajo Social, miembro del Comité contra el Maltrato Infantil del Hospital de Pediatría Orlando Alassia de la Ciudad de Santa Fe, dijo a NOTICIAS que el abuso intrafamiliar suele ser el comienzo de la explotación sexual: "Hemos visto casos de bebés, que son difíciles de detectar porque ellos no hablan. Recuerdo a una chiquita de 10 meses, violada, que falleció por traumatismos vaginales y anales", dijo Artiguez. Y detalló otro caso más, que tuvo un detenido, y que sucedió el año pasado: "Una madre, que ejercía la prostitución para mantener a siete hijos, dejó sola a una hijita de dos años, que apareció muerta a golpes y abusada con penetración".

Hay brazos del rio Colastiné que deberían ser de oro, pero corren entre la suciedad y son cortos. Y así parecen ser, en el 2007, las vidas de algunos niños, sobre las que brinda testimonio Verónica Artiguez: "Los chicos van a las llamadas ‘zonas rojas’, cerca de la terminal de micros o atrás del hospital de niños. A los mismos pibes que durante el día limpian vidrios, y que a veces no tienen diez años de edad, de noche los prostituyen por dos o tres pesos. Intentamos denunciar a los abusadores, pero no podemos hacer nada, son difíciles de detectar... Y no crea que esos perversos son pobres, no, por el contrario, son gente con educación formal, profesionales, personas famosas de la ciudad".

Frente a Santa Fé, cruzando el túnel subfluvial, está Paraná, una de las ciudades donde la población y el periodismo más se movilizaron por la desaparición de Fernanda Aguirre, en julio del 2004 (existen indicios de que la adolescente fue asesinada, pero su cuerpo todavía no fue encontrado).

En Paraná, Sandra Míguez, una periodista reconocida por sus trabajos sobre las mujeres y los niños, asegura que debido a las investigaciones suscitadas por el caso de Fernanda, otros hechos salieron a la luz: "La policía de Federación encontró a una menor que había sido llevada a Misiones para ser sexualmente explotada. Y existen denuncias en el sentido de que, adolescentes entrerrianas, algunas menores de 13 años, son llevadas con el mismo fin a Uruguay. Hace pocos días, además, se dio a conocer que varios chicos, algunos de 10 años, eran abusados y obligados a filmaciones pornográficas en el pequeño pueblo de Hernandarias".

Depredación. En todas las edades y en todo el país, en calles, rutas, colegios y terminales de micros o de trenes, hay niños vendiendo flores, estampitas o mendigando. Y es allí, especialmente en los baños públicos, que los chicos llaman "teteras", donde los menores de edad reciben las ofertas de sexo a cambio de dinero, tóxicos o comida.

Los perversos, en estos casos, aprovechan la miseria, pero también el hecho de que, en algunos niños, aún están en formación tres de los diques anímicos que preservan a los adultos (en general) de ciertos excesos sexuales, y que son la vergüenza, el asco y la moral.

Son esos los lugares en donde nunca se encuentran los funcionarios que sí están en los hoteles cinco estrellas de los congresos sobre la infancia y la salud. Y son esos los sitios en donde tampoco suelen verse los representantes oficiales que no ponen sus pies sobre la tierra húmeda, pero que sí fingen creer que alcanza con fundar una oficina o con decretar una ley para terminar con un problema de fondo.

Para un perverso, en su país de origen, suele ser riesgoso abusar de un menor, pero en la Argentina, en cambio, al niño se lo ofrecen en un lugar cerrado, cómodo y sin peligro legal. Asimismo, y con una persona adulta, el "cliente" debería usar un preservativo, cosa que un chico difícilmente puede exigirle.

En un pueblito santafesino, por gestión del periodista Juan Carlos Bettanin, se entrevista a una joven que trabaja con chicos en situación de calle. No tiene 20 años y quiere denunciar casos de explotación sexual. Pero se resiste. Porque no sabe si no hay miserias todavía más graves que ésa. Una de ellas sería el uso de chicos "banderilleros" denunciado por los vecinos de Las Petacas, en el límite con Córdoba: chicos que le marcan a los aviones dónde deben fumigar los campos de soja, y que al hacer el trabajo reciben de lleno sobre sus cuerpos el tóxico cancerígeno.

Sobre el tema de esta nota, hay que decirlo, son muchas las palabras que ya no sirven. Por ejemplo paidofilia, del griego "paidos" (niño) y "filia" (amor). ¿Qué amor puede nombrar esta perversión, que nada tiene que ver con el sentimiento de los griegos antiguos? Pedofilia, por otra parte, suele ser peor: algunos la escuchan y ríen ante el doble sentido.

La Cumbre Internacional de la Juventud en Canadá, en 1998, desterró también la definición "prostitución infantil", porque un niño aún no tiene conciencia para prostituirse.

Pero, además, quien escribe, que ha seguido el curso de la epidemia del sida desde el comienzo, está en condiciones de agregar algo. Y es que, en la Argentina, hay casos de hiv pediátrico que no se originan en la infección sangre-sangre ni en la transmisión vertical (madre a hijo), y afirma, entonces, que sólo queda pensar que responden a la explotación y al abuso sexual de niños. Y que de no actuarse preventivamente, y en los visibles lugares en donde esta explotación sucede, también el sida infantil seguirá creciendo.

Distancias. El sol compensa a Rosario del frío y del aguanieve que cayó en julio, y las primeras hojas tiernas se asoman en las magnolias del Parque Independencia. La ciudad brilla, pero en oposición, los transportes no entran al barrio Ludueña, en el noroeste de la ciudad. Muchos taxistas y remiseros, cuando se les indica el viaje, no hablan; como si no quisieran poner la negativa en palabras. Señalan hacia el noroeste y luego, apenas, dicen que no con la cabeza.

En el barrio Ludueña, el padre Edgardo Montaldo (77), espera en la puerta del comedor infantil Betania, donde trabaja voluntariamente desde hace 40 años. Está apoyado sobre un andador de cuatro patas, porque un pico de hipertensión lo tuvo al borde de la muerte.

Para encontrar donde sentarnos hay que andar 70 metros y ésa corta distancia demora 30 minutos. "¿Usted es de algún partido político?" pregunta Montaldo. "Porque he decidido no hablar con políticos durante las campañas. Que vengan cuando estén en el poder... Ya no sé si hay democracia, sólo veo politiquería, usan a la gente, les dan un bolso".

"Pero me alegra que haya venido, aquí sólo vienen cuando hay una desgracia. Antes de ayer, por ejemplo, vinieron todos los medios, porque murió una piba de 16 años, por sobredosis, y dejó a un bebé huérfano en una casilla. Y sí, hay explotación sexual infantil, pero la parte comercial no está a la vista... Había una mujer, una narco, que a la medianoche llevaba chicos a prostituirse a domicilio. Hasta que un día, por denuncias, llevaron presos a los chicos y a ella ni la tocaron".

Setenta metros con el padre Montaldo equivalen a miles de kilómetros con otras personas. Mientras caminamos, este hombre con los ojos sentimentalmente agrandados y al que muchos llaman sabio, cuenta, divertido, la cantidad de calzoncillos que ha tenido que lavarle a los chicos.

Ante una sugerencia, Montaldo detiene la marcha. Y las palabras salen redondas de su boca: "Ya sé lo que quiere preguntarme, no tenga miedo", dice. Y continúa: "Usted quiere saber qué opino de los curas que abusan de chicos... Le cuento que no conozco el caso del ex arzobispo Edgardo Storni. Pero un día fui a una misa que daba él. Y lo vi negarle la comunión a un sacerdote retirado que se había casado. Fue un abuso de poder... que un sacerdote ofenda a alguien es un abuso de poder; pero el abuso que condensa a todos los otros, al económico y al político, es el abuso sexual de un cura contra un chico".

Al final de la lenta marcha, una nena de 10 años de edad, con ropa muy pobre y ojeras de santa, se acerca, marca con un pie una línea sobre la tierra de la villa miseria, y dice: "Mire señor periodista, por acá va a pasar el tren bala".

Luis Frontera
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