lunes, 11 de mayo de 2009

El hombre que quiere a Dios en el banquillo

En El hombre que demandó a Dios , una película australiana, el actor Billy Connolly interpreta a Steve Myers, un ex abogado cuyo barco es destruido por un rayo. En vista de que la compañía de seguros se niega a pagar alegando que se trata de "un acto de Dios", Myers decide demandar a Dios y cita a autoridades religiosas cristianas, judías y musulmanas en su condición de "representantes de Dios en la Tierra", como partes responsables, poniéndolas ante la difícil disyuntiva de, o bien pagar la indemnización o probar que Dios no existe.

La semana pasada, Ernie Chambers, el senador más antiguo de Nebraska, hizo precisamente eso: demandó a Dios ante la Corte del condado de Douglas, en la ciudad de Lincoln, acusándolo de haber causado "espantosas inundaciones, egregios terremotos, horrendos huracanes, aterradores tornados, plagas pestilentes, feroces hambrunas, devastadoras sequías, guerras genocidas, defectos físicos y otras calamidades", ante todo lo cual, afirma, "el demandado no ha mostrado ni compasión ni remordimiento".

Chambers es, literalmente, un colorido personaje. Es el único negro de la Legislatura estatal, la cual a su vez tiene la característica de ser la única asamblea unicameral de Estados Unidos. Regularmente aparece vestido de remera y pantalones vaqueros, en contraste con la formal apariencia de sus pares. Vive de su sueldo de 12.000 dólares anuales y maneja un Honda con 400.000 kilómetros de uso.

Ocupa su banca desde hace 37 años, pero deberá dejarla el año próximo, por una enmienda (muchos sospechan que fue concebida para deshacerse de Chambers) que pone límites a la duración del cargo.

Su veteranía no ha atemperado la iracundia con la que llegó a la función pública. "Nebraska es un estado ultraconservador y ultrarracista. Yo no le recomendaría a ningún negro que viniera a vivir."

La prensa lo ha caracterizado como "el inconformista de Omaha" o "el negro más irascible de Nebraska", a lo cual Chambers responde diciendo que es, simplemente, "un defensor de los desposeídos".

La idea de demandar a Dios fue su forma de protestar contra el abuso del sistema judicial por los juicios frívolos, pero se apresuró a aclarar que quien lea los fundamentos de su demanda "no dejará de advertir las serias cuestiones que plantea".

Chambers es un maestro de la oratoria y, si bien sus métodos pueden parecer extravagantes, las causas que defiende no lo son. Por su insistencia, la Legislatura prohibió el castigo corporal en las escuelas, otorgó a las mujeres dentro del sistema estatal las mismas pensiones que a los hombres y, en 1980, convirtió a Nebraska en el primer estado norteamericano que penalizó a las empresas por comerciar con la Sudáfrica del apartheid.

Los motivos que impulsaron su extraordinaria demanda contra Dios son igualmente relevantes. Los juicios frívolos abarrotan las cortes en Estados Unidos. Se estima que los norteamericanos gastan anualmente más de 300.000 millones de dólares en litigios.

En 1992, Karen Norman, una chica de 23 años, alcoholizada después de una noche de fiesta, se mató cuando su auto se hundió en la bahía de Galveston y ella no logró abrir el cinturón de seguridad. Sus padres demandaron a Honda por fabricar un cinturón que su hija borracha no pudo abrir bajo el agua. Y en 1996, Paul Shimkonis, un terapeuta físico de Florida, demandó a un bar de strip tease alegando que una de las bailarinas lo golpeó con uno de sus enormes pechos. Según el demandante, el golpe se sintió "como si le hubieran arrojado un bloque de cemento".

Como el personaje de la película, Chambers reclama que, ante la imposibilidad de que Dios se presente en el proceso, se cite a los representantes de las religiones, denominaciones y cultos que, de manera notoria, reconocen ser agentes del demandado y hablan en su representación, aunque aclara que, siendo Dios omnisciente, seguramente estará al tanto de la demanda.

Mario Diament
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