domingo, 10 de mayo de 2009

De agua somos

El agua tiene el poder implacable
de transformar y reestructurar
todo lo que encuentra en su camino (...)
Existen pocos elementos tan flexibles como ella.
Stuart Avery Gold

La Tierra -por algo llamada el planeta azul- está cubierta en un 70% por agua.

De agua son las corrientes subterráneas, las lluvias, los pantanos, los lagos, los ríos, los mares y los océanos. De agua son la niebla y las nubes. De agua es la nieve; de agua, los glaciares. Tenemos agua en mil formas, "así en la tierra como en el cielo".

Como en un perfecto holograma del planeta azul, el 70% de nuestro cuerpo es agua.

Deducción: podríamos sentir entonces todo lo que siente el agua. Pero, ¿puede sentir el agua?

Esta pregunta la contestó, sorprendentemente, con sus singulares experiencias, el investigador japonés Masaru Emoto. Este doctor analizó el agua mediante el uso de la resonancia magnética.

Desde 1994 hasta 1999 se dedicó a congelar agua y a tomar fotografías, ampliándolas entre 200 y 500 veces. Almacenó así 10.000 fotos de cristales congelados de H2O. El resultado son 10.000 "caras del agua", porque, al igual que los rostros, no hay dos cristales iguales en el universo.

Su singular descubrimiento ha revelado curiosidades que resultan fascinantes. Su observación de lo que él llama el hado de los diversos cristales de agua (es decir, las energías sutiles ligadas a la conciencia) lo llevó a ver que los pensamientos, la música, las palabras, las emociones, alteraban la estructura molecular de los cristales. Lo cual quedaba "materializado" en las imágenes que él y sus ayudantes tomaron de esos fenómenos a través de una cámara y que hoy se pueden advertir, comparar y juzgar gracias a libros y videos que están a la venta y que también se mostraron en la televisión.

Por supuesto que estas investigaciones del doctor Emoto abordaron un método diferente de lo que son los procedimientos comunes en la evaluación científica.

Las fotos mostradas son más que elocuentes. Nos dicen cuán bello se pone un cristal de agua al hacerle "escuchar" la Pastoral de Beethoven o la Sinfonía Nº 40 en Sol Menor de Mozart: la imagen de ese cristal parece una flor, una estrella. Y cómo se rompe, en cambio, su estructura hexagonal básica al someter el cristal a una música violenta, como heavy metal, por ejemplo.

Influido por las experiencias contadas por Peter Tompkins en su famoso libro La vida secreta de las plantas, Masaru Emoto llevó sus investigaciones más lejos, con resultados que nos llenan de perplejidad.

Llenó dos frascos con agua destilada. En uno pegó un cartel que decía AMOR y en el otro escribió la palabra ODIO. Dejó reposar el contenido durante toda una noche y al día siguiente congeló el agua y luego fotografió los cristales. La diferencia entre la hermosa forma de un cristal y la fealdad del otro está a la vista si hojeamos el libro Mensajes del agua. Es como si ésta hubiese leído el contenido emocional de las palabras y se hubiese hecho eco de los significados.

Realizó experiencias parecidas colocando carteles con nombres de personas (héroes o villanos, como Amaterasu Omikami -el dios japonés de mayor relevancia- y Hitler). Y, según los contenidos de esos nombres, las fotos de los cristales en cuestión reflejaron belleza o fiereza, armonía o caos.

Tres días después del gran terremoto de Hanshin-Awaji, en Kobe, Japón, congeló y fotografió cristales de agua corriente. Y lo hizo tres meses más tarde. Los primeros cristales aparecieron desorganizados, como si hubiesen captado el terror de la gente, su desesperación.

Según este investigador japonés, el agua almacena y transmite información, y refleja la conciencia de la gente.

La gente se siente alegre y animada cuando escucha música, debido a que el agua contenida en su cuerpo percibe un cambio. Las vibraciones de la música y de las palabras transmitidas a través del aire afectan al agua más que a ningún otro elemento, escribió Emoto.

Tsuneku Narukage, editor del libro, cuenta lo que encontró cuando fue a observar el sitio de trabajo de Masaru Emoto: "Lo que vi fue una sólida cámara refrigerada, un escritorio, un congelador y un microscopio con una cámara adosada en la parte superior. El refrigerador estaba lleno de placas de Petri. Lo que más me impresionó fue la ropa de abrigo que estaba colgada delante de la cámara refrigerada. La primavera ya había llegado, pues acababan de florecer los cerezos. El equipo que fotografiaba los cristales decía permanentemente: «Hace frío, hace frío». Era como vivir durante cinco años en plena Antártida".

Es interesante destacar que el doctor Emoto declaró no profesar ninguna religión. Su mensaje es netamente humanitario cuando expresa: "Creo que mi trabajo partió de mi amor por la gente y por la Tierra".

Al observar las fotos reproducidas en sus libros, podríamos deducir qué pasa con nuestro cuerpo, con nuestra salud, con nuestra integridad física, cuando el agua que hay dentro de nosotros registra la negatividad circundante en cualquiera de sus formas. Cómo repercutirían en nosotros los miedos, los odios, las ofensas, la violencia. Y cómo nos podríamos transformar -hasta estéticamente- cuando lo que llega a nosotros son palabras amorosas, gestos y signos de armonía.

Qué decir, entonces, de lo que le sucedería al planeta entero, que es 70% agua también, cuando se enfrenta a polaridades como guerra-paz, cuidado de la naturaleza-depredación, etcétera.

Los científicos van a discutir los experimentos de Masaru Emoto y su metodología. Seguramente se opondrán a ellos.También despreciaron los treinta años de investigación de la telequinesis llevada a cabo por el ingeniero emérito Robert Jahn y por Brenda Dunne en su laboratorio de la Universidad de Princeton. La polémica está abierta. Lo que nos atrae de los "descubrimientos" del estudioso japonés con el agua es la idea de un planeta vivo, Gaia, y de un cuerpo humano que recibe en su fluir las olas de las distintas emociones humanas. Y que todas estas vibraciones palpitan al unísono en nuestra propia carne, en nuestra propia cabeza, en nuestra propia piel. Ojalá sea cierto.

Alina Diaconú
Copyright S. A. LA NACION 2007. Todos los derechos reservados

No hay comentarios:

Publicar un comentario