lunes, 4 de mayo de 2009

Un amor, la misma historia

Esto ya lo vi. Si los espectadores fieles a las telenovelas prenden el televisor a la hora señalada y tienen esa sensación es por un sencillo motivo: tienen razón. Y esa impresión se vuelve certeza cuando se revisa, incluso superficialmente, lo que se produce y emite en este género en toda América latina y hasta España. Por estos días, el canal del gigante mexicano Televisa (se puede ver por Cablevisión, Multicanal y DirecTV) emite con gran éxito Destilando amor, la historia de amorentre una recolectora en una plantación de mezcal y el dueño de la hacienda, un millonario buenmozo que sufre de impotencia hasta que conoce a la bella Gaviota. Sí, a la protagonista la llaman Gaviota, como a la bella recolectora de café que se enamoraba del patrón de la hacienda en Café con aroma de mujer, la tira colombiana que fue fenómeno en 1994. Los puntos de contacto entre una y otra no son casualidad ni homenaje, sino repetición. Personaje por personaje y subtrama por subtrama, la telenovela mexicana sólo se diferencia de la colombiana por el producto que intentan promocionar. En Colombia era café; en México, tequila. Claro que éste es el último ejemplo de una tendencia que se repite desde hace tiempo y que ya afecta la forma de hacer televisión en casi toda América latina.

Mientras las productoras y los canales locales festejan la venta de sus ciclos de ficción y la industria florece gracias al éxito que los programas argentinos tienen en el mundo, lo mismo sucede en otros países que aprendieron a pensar sus historias con un ojo en el mercado local y otro en el internacional. Pero entre tantas buenas noticias es inevitable preguntarse por la suerte de los contenidos, de los guiones viajeros. Es que entre las emisiones de las versiones originales y las producciones nuevas de ciclos ya vistos, las telenovelas parecen estar contando siempre la misma historia. Y esta vez no se trata de la clásica crítica de quienes no aprecian el género y suelen quejarse de sus fórmulas repetidas y repetitivas que tanto agradan a sus fanáticos. Ahora, la repetición es clonación, y basta con sumar al caso de Café con aroma de mujer el del colombiano Pedro, el escamoso, que ahoraesmexicano y se llama Juan, el querendón, yel de Yo soy Betty, la fea. Además de su exitosa gira por toda Hispanoamérica, acaba de cerrar casi un año de suceso en versión mexicana ( La fea más bella), continúacomo uno de los programas más vistos del canal Telecinco España ( Yo soy Bea) y se coronóen la TV norteamericana como Ugly Betty.

Los productos locales no quedan fuera de esta repetición ad infinitum. Por estos días finaliza en El Canal de las Estrellas, de México, Amar sin límites, que no esotra cosa que una versión algo edulcorada de Resistiré, que antes se había visto en Chile,donde, por su contenido, fue programada después de la medianoche y se transformó en ciclo de culto. Amar sin límites también se emite en el canal RCN de Colombia, responsable de las mencionadas Café... y Betty, de la que los colombianos parecen no cansarse . Ahora tienen en pantalla a La bella más fea, remake de su propio producto.

Está claro que el placer de la repetición forma parte de la esencia del género, pero algo parece haber cambiado en los últimos tiempos. Ahora, la inspiración de guionistas y programadores llega de la mano de la codiciada musa del rating tanto local como global. Y si antes el cuento de La cenicienta o el drama romántico adolescente de William Shakespeare Romeo y Julieta eran el puntapié inicial de un guión, en 2007 funcionan como el contenedor de todo material que convenga agregarle para la venta internacional y mantener el círculo vicioso en el que nacen, crecen y se reproducen hoy muchas telenovelas. El caso de la tira Romeo y Julieta que emite Canal 9es paradigmático: origen literario y afán de éxito internacional quecombina dos fórmulas improbables. A la historia del Bardo se sumaron elementos de la factoría de Cris Morena. Con sus uniformes de tela escocesa y sus coreografías, la telenovela del 9 parece más Rebelde Way que la tragedia de Verona.

Alejandro Dumas remixado

Cuando desde Telefé se anunció que su nueva telenovela iba a estar basada en la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo, la atrevida movida fue esperada con las expectativas del caso. Y el producto final las cumplió con creces. Una bendición artística que, con el paso de los meses, tal vez tenga un costado de maldición oculta. Es que del éxito local Montecristo saltó al internacional con remakes en Chile y México, y el eterno recurso del regreso vengativo quedó fijado en una misma historia. Lo que comenzó en la TV argentina como riesgo y atrevimiento, a fuerza de repetición se transformó en paso seguro y previsible que escamotea la creatividad de los guionistas.

En la pantalla chica local hay en este momento dos ejemplos de historias clásicas recicladas para que encajen en el formato telenovela. Y, curiosamente, compiten entre sí por el rating. Canal 9 tiene Uga Uga, una producción de Globo que toma prestado más de un elemento de la historia de Tarzán y que en Brasil tuvo tantas buenas críticas como rating, algo que aquí no consigue seguramente por las ya usuales fallas en el doblaje y el horario, inapropiado para su contenido, en que fue programada. Para empeorar el destino del Tarzán del Amazonas -generalmente no llega a los dos puntos de rating-, en la misma franja horario Telefé estrenó El zorro, la telenovela. Producida por la cadena Telemundo, que suele borrar fronteras y formar elencos de actores latinoamericanos para grabar historias que ocurren en Miami con un acento neutro sin nacionalidad definida, la tira cuenta ni más ni menos que las aventuras de don Diego de la Vega y su álter ego en la población de Nuestra Señora de Los Angeles. Estrenada casi de manera simultánea en todo el continente, esta telenovela recrea a la serie y aprende algunas lecciones de las películas protagonizadas por Antonio Banderas y Catherine Z. Jones. Aquí, los escotes y las pasiones están tan presentes como las injusticias que se cometen contra los pobladores de la antigua provincia española. Y, por suerte o por desgracia, para el que no recordaba de qué se trataba esta historia creada en 1919 como historieta, además de la tira de Telefé -que suma alrededor de 15 puntos de rating diarios-, Canal 13 programó capítulos de la serie protagonizada por Guy Williams para los sábados, a las 13.

Decir que desde que existen las telenovelas cuentan la misma historia una y otra vez siempre fue el discurso de sus detractores y mecha encendida para el enojo de sus defensores. Donde unos veían repetición, historias de cartón y finales previsibles, otros veían recursos de géneros, funciones del relato y marcas de identidad cultural. Hoy, gracias a los canales de cable, las productoras internacionales y el mercado global, los argumentos de uno y otro bando resultan difíciles de distinguir. Para bien o para mal ambos lados del espectro dicen lo mismo: esto ya lo vi.

Natalia Trzenko

El juego de las diferencias:

Montecristo : de la novela de Alejandro Dumas a la telenovela de Telefé Contenidos escrita por Marcelo Camaño y Adriana Lorenzón, el conde se transformó en abogado y las guerras napoleónicas, en la dictadura militar argentina. En las versiones de Chile y México, la apropiación de bebes mutó en guerra contra el narcotráfico.

Café con aroma de mujer : entre la tira colombiana original y su remake mexicana, Destilando amor, pasaron más de 10 años y en la mudanza el café se transformó en tequila.

Yo soy Betty, la fea : en España Betty se llama Bea y Don Armando es Alvaro. En México la heroína es Letty y su amor imposible, Fernando.


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