domingo, 3 de mayo de 2009

La Loca de Burundi

Cuando llegaron noticias a mi pantalla sobre La Loca de Burundi, que es como llaman a Marguerite Barankitse, una mujer soltera de 50 años, tutsu y nacida en el seno de la familia real de Burundi, me dije: “Hay esperanza”.

La etnia a la que pertenece Marguerite fue en su mayoría asesinada en el conflicto desatado en 1993 entre hutus y tutsis. El 25 de octubre de ese año, uno de los peores días de la guerra civil de Burundi, mientras asistía al asesinato sistemático de parientes, amigos y civiles, recogió 25 chicos a los que les dio albergue y cuidó.

Al poco tiempo, comenzaron a llegar a su casa más niños. Ella lo narró a la prensa diciendo: “Empezaron a llegar huérfanos, niños soldados y niños mutilados que nadie quería. En las 40 hectáreas que heredé de mi familia construí casitas para ellos. Yo no tengo orfanatos, tengo hogares y ellos son mis hijos. Los envío a estudiar al extranjero y luego vuelven y me ayudan. Son médicos, psicólogos, abogados, economistas...” Así nació su proyecto, que hoy se llama Casa Shalom, donde actualmente alimenta, cuida y hace de mamá de 10.000 niños y niñas de ambas etnias, que conviven en paz.

Sin embargo, los comienzos fueron difíciles porque tanto hutus como tutsis veían con mala cara que ella refugiara a la “etnia enemiga”. Más de una vez, La Loca de Burundi estuvo a punto de ser ejecutada, pero sobrevivió.

Marguerite Barankitse no se explica muy bien cómo sucedió aquello: “Es un milagro. En una ocasión detuvieron el autobús en el que viajaba. Nos tumbaron en el suelo y comenzaron a matar a todos, uno a uno. Cuando llegaron a mí, les dije: “He olvidado hacer testamento, acompáñenme y así le daré el dinero a alguien. Cuando me acompañaron aproveché para preguntar a aquellos cuatro jóvenes por qué se habían convertido en asesinos. En casa les di de comer y les pedí que me permitieran despedirme de mis hijos. Cuando vieron aquel enjambre de niños felices decidieron quedarse con nosotros. Nada se resiste al amor; creo que ése es el secreto”.

Marguerite Barankitse ha recibido varios premios por su labor humanitaria. En 1998 fue galardonada con el Prix des Droits de L’Homme (Premio Derechos Humanos) del gobierno francés; en 2003, con el World’s Children’s Prize for the Rights of the Child (Premio Mundial de los Niños por los Derechos de los Niños); en 2004 obtuvo el Voices of Courage Award of the Women’s Commission for Women and Refugee Children (Premio Voces de Coraje, de la Comisión de Mujeres para Mujeres y Niños Refugiados), entre otros.

Sin embargo, aunque los premios que Marguerite ganó impresionan, y aunque seguramente ella lo negaría, esta mujer es –sencillamente– una santa. Como los millones de mujeres que cuidan, consuelan, curan y abrazan en el anonimato, ella da sentido al este paso por la vida. Un sentido que a veces parece haberse perdido

Marilen Stengel / Escritora. Autora de Mujeres ante sí mismas y de Lo quiero todo y lo quiero ya (Ediciones B)

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