domingo, 10 de mayo de 2009

Auschwitz, hoy

POLONIA.- La manera más fácil de llegar a Owiecim -el lugar donde se encuentra el antiguo campo de concentración de Auschwitz-Birkenau- es en auto o en ómnibus desde Cracovia. El viaje lleva casi dos horas. Nada en el camino es interesante. Nada puede distraer el eje que uno lleva en la mente: preparar la visita a Auschwitz es prepararse para el duelo.

Decir que existe un interés turístico creciente sería poco feliz. Lo cierto es que a la vez que en muchos sitios crece la voluntad por revisar y contar qué fue el Holocausto o la Shoá, este lugar tiene cada vez más visitantes. Llama la atención la cantidad de grupos de diferentes países que circulan por las distintas barrancas. Estudiantes vestidos con colores fuertes, cargados de cámaras fotográficas y equipos de filmación. Todos van preparados, miran con asombro y dolor. Se necesita visitar Auschwitz para poder creer lo que siempre se intuyó: que para que tuviera lugar semejante exterminio mucha gente debió mirar para otro lado.

El nombre oficial es Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Desde 1947, el lugar funciona como un memorial. En este territorio se instaló el mayor campo de concentración nazi; fue un sitio de exterminio de judíos, polacos, gitanos, homosexuales y ciudadanos de otros grupos o países que, según el nazismo, debían ser eliminados.

Arweitz macht frei (El trabajo hace libres) dice una inscripción que se conserva en la puerta de entrada. Recorremos Auschwitz-Birkenau con Jaroslaw Mensfelt, encargado de Archivos en el Departamento de Publicaciones, Información y Prensa. Tiene 45 años y dos hijos; es polaco, nacido muy cerca de Auschwitz, en donde trabaja desde hace 10 años. En total, aquí se desempeñan unas 250 personas.

Mensfelt, como muchos polacos, aunque invoque el pasado utiliza el tiempo presente. "Como se sabe, en ningún momento hay una reacción de parte de los poderes del mundo. No me refiero a Estados Unidos, porque está lejos, pero Francia e Inglaterra seguramente habrían podido hacer algo -explica-. Ya en agosto de 1939, aquí en Polonia, se habla de la guerra. Dos semanas antes de que los alemanes nos ataquen, el gobierno polaco, para protegerse, firma dos acuerdos militares, con Francia y con Inglaterra. Mientras tanto, los alemanes establecen un pacto secreto con los rusos. Por eso, cuando el 1º de septiembre de 1939 los nazis nos atacan, cada polaco está convencido de que la situación no durará mucho porque pronto vendrán los franceses y los ingleses, y junto a ellos, vamos a poder ganarles a los alemanes".

Esta reflexión está presente en cada polaco. En 1939, durante la ocupación alemana, los judíos polacos tuvieron que ponerse en el pecho una estrella de David y comenzar a vivir en guetos.

Cuando, en 1941, se acabó la amistad entre Alemania y la URSS, y Hitler enfrentó a Stalin, los alemanes tomaron esa decisión que llamaron Endes Undejuden Fragen, conocida como "La solución final de la cuestión judía". Se construyeron entonces, en la Polonia ocupada, seis campos de exterminio en los que se aniquiló a más de tres millones de personas. Auschwitz, el que tuvo más resonancia, se volvió rápidamente el símbolo de la muerte.

El campo ha quedado tal como estaba. Incluso los árboles. Todo es ahora una exposición prolija, limpia, demasiado pulcra cuando uno imagina que durante la guerra los presos pasaban la noche en los pabellones hasta las cuatro de la mañana y luego debían salir para el recuento y los trabajos forzados. Sufrían hambre, tifus, la brutalidad de los kapos y, a partir de 1942, las cámaras de gas. Se estima que en este campo fueron asesinados, por lo menos, 900.000 judíos.

Cenizas humanas

¿Qué significa Auschwitz para cada persona que lo nombra? Para los polacos, es el sitio donde murieron polacos. Para los judíos, es la Shoá. Para los gitanos, éste es el cementerio más grande de su historia. Cuando las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz el 27 de enero de 1945 liberaron a siete mil sobrevivientes, los únicos que quedaban de todos los deportados, que superaban el millón, sobre todo en

Birkenau. "Así se acabó la historia del campo y empezó la otra historia, con los rusos, que vinieron como libertadores y se quedaron aquí. Así lo decidieron nuestros, no digo amigos, sino aliados estadounidenses, ingleses y rusos en Yalta. Las últimas tropas rusas salieron de Polonia hace sólo dieciocho años", aclara irónicamente Mensfelt.

En el recorrido hay otros testimonios, como las cenizas humanas que los rusos descubrieron en las ruinas de los crematorios. Son los restos de los que murieron en los últimos días de la guerra. Los alemanes siempre quemaban los cuerpos para no dejar huellas. Se sabe que la mayor parte de las cenizas era arrojada al río Vístula o al Sava; otra parte se utilizaba como abono, fertilizante.

Hay doscientas fotografías tomadas por los propios alemanes, fotos oficiales, que constituyen un libro llamado Desalojamiento de los judíos húngaros.

Mensfelt habla: "En el verano de 1944 tiene lugar aquí la matanza más grande en la historia de Auschwitz, cuando en menos de dos meses, hacia finales de la guerra ya prácticamente perdida, los nazis deportan a Auschwitz a 437.000 mil judíos húngaros. A la mayor parte los matan al llegar. En alemán, se refieren a ellos como Arweitz unfeige, es decir, «los

inútiles para el trabajo». Son mujeres, muchas embarazadas, niños, ancianos y enfermos. Los que están en el campo apenas pasan unas semanas pierden peso, integridad física y psíquica, y se vuelven fantasmas de treinta kilos, que ya no recuerdan ni su propio nombre y a quienes entonces los alemanes matan como inútiles. El 80% es asesinado en las cámaras de gas. Unos momentos después de la llegada de un tren, todos tienen que bajar al vestuario, quitarse la ropa y, desnudos, entran en una cámara. El 20%, los que pueden trabajar, son separados, tatuados, y se vuelven «mano de obra», para morir unos tres meses más tarde. Registran a todos, incluso a los niños en muchos casos. La matanza en las cámaras de gas es, sobre todo para los judíos, parte de esa solución final de la cuestión judía".

Mientras recorremos con Jaroslaw Mensfelt los distintos edificios, las barracas, las cámaras de gas, en una inmensa pared vemos una foto grande en blanco y negro de algo que podría ser una fábrica: "La fábrica enorme que se ve es Ingefarben, llamada Bunawerken. Buna, en alemán, quiere decir «caucho sintético». Construyen aquí esa fábrica por causa de la disponibilidad de mano de obra esclava y porque está fuera del alcance de los aviones aliados. Pero a partir del '44 los norteamericanos sobrevuelan la zona. Y no sólo pueden bombardear la fábrica, sino también las cámaras de gas y las vías férreas. Se les pide que lo hagan, pero nunca lo hacen, por razones puramente políticas. Para todo el mundo es más fácil dejar la solución del problema judío en manos nazis. Nadie quiere tener problemas con los judíos, ni en América, ni en Gran Bretaña ni en Palestina, donde los ingleses mantienen buenos contactos con los árabes. Así es que nunca bombardean las cámaras de gas, sino sólo la fábrica, que les conviene eliminar por razones prácticas".

Un mundo gris

Observamos otra foto en donde se pueden ver perchas para colgar la ropa, números y cartelitos que dicen: "No olvide su número, por favor, para poder recuperar su ropa más rápido después de la ducha". La diabólica ironía del mensaje dirigida a quienes de allí no saldrían con vida era una cuestión cotidiana. "Algunos, los que están cerca de los tubos, mueren enseguida, mientras que los otros gritan de pánico, tratando de salir. La muerte tarda en llegar entre cinco y quince minutos. Después ventilan y, cuando se fue el gas, abren las puertas y el pelotón especial que tiene que quemar los cuerpos empieza su trabajo de abrir las bocas, sacar dientes de oro, buscar en los cuerpos cosas de valor, y cortarles el pelo a las mujeres".

Hay un momento en que la visita resulta intolerable. A medida que pasan las horas, la sensación física de desasosiego se hace carne.

De pronto, entramos en un cuarto más gris que el resto. Hay latas. "Contenían cristalitos de cianuro, que era utilizado como un pesticida, antes de la guerra y durante ella, como otro modo de matar seres humanos -cuenta nuestro guía-. Era un negocio muy bueno para los productores de cianuro: vendieron más de veinte toneladas. Lo producían en Alemania. Todo el dinero proveniente de este negocio fue para una firma que se llama Dahiliefarben. En los archivos del museo tenemos los datos de más de dos mil firmas alemanas que aprovechaban Auschwitz más o menos directamente. Y también firmas textiles que no llegaban hasta acá, pero a quienes les vendían el pelo. Los alemanes lo embalaban y lo vendían. Las firmas textiles pagaban cincuenta pfennigs por un kilo, y lo transformaban en tela."

-¿Cómo reaccionan los visitantes? ¿Tienen idea de la historia? -Es bastante frecuente que no la tengan. Si uno viene aquí sin preparación, no va a entender lo que pasó, porque no va a ver cadáveres, ni sangre, ni nada por el estilo. A veces se ve a los jóvenes que entran aquí sonriendo y, a medida que van avanzando, sus caras se ven más y más serias. Y muy a menudo empiezan a llorar al ver, por ejemplo, cabello. O, como vemos aquí, la ropa de los niños. Aquí es donde muchas personas ya no pueden más.

Seguimos. Se ve un edificio con las ventanas tapiadas con listones de madera. Nos cuenta el guía que en ese lugar el doctor Klauber hacía sus experimentos de esterilización de mujeres. "Viene aquí un representante de Bayer que busca negocios, y le ofrece a Klauber unas sustancias que él inyecta en los úteros. Esta sustancia causa una inflamación y, si la mujer sobrevive a esa inyección, unas semanas más tarde le saca radiografías. Klauber compara así los resultados, buscando la mezcla que pueda garantizar una esterilización total con una sola inyección. La idea es utilizar la mano de obra de las razas inferiores en Alemania, sin que se mezclen con los arios o se reproduzcan. Por eso deciden esterilizar a las mujeres. En primer lugar, a las judías, y luego, a las demás."

En una diminuta habitación, detrás de unas rejas, se ve un camastro, una cruz y una vela: "Aquí muere Maximiliano Kolbe, un sacerdote polaco que en agosto del '41 le pide al comandante reemplazar a uno de los condenados, morir por él. Y sobrevive. Murió hace poco, a los 96 años. La vela que ven encendida es del papa Juan Pablo II, que vino aquí en 1979. En 1982 canonizaron a Kolbe. Es una persona muy importante para los católicos".

Hacemos los tres kilómetros que nos separan de Birkenau. Lo primero que se ve es un monumento de piedra gris. Muy austero y moderno, con placas recordatorias al pie. Es el monumento a las víctimas de los nazis. El lugar donde se realizan las conmemoraciones. Benedicto XVI vino aquí el año pasado. Cuando se cumplió el sexagésimo aniversario de la liberación, llegaron trescientos sobrevivientes y cuarenta jefes de Estado. Este lugar funcionaba como cámara de gas y crematorio, hasta que lo dinamitaron, en enero de 1945.

-Hay ciertos sectores en el mundo que dicen que no existió el Holocausto. -Sí, hay gente que dice que esto es toda una mentira, que esos seis millones de judíos viven en California, que es una invención de los judíos, o del mundo occidental para humillar a los alemanes. En Europa no puede sostenerse esto abiertamente porque está prohibido por ley. Y aquí, en Polonia, se habla ahora más que antes. Imagínese que yo, por ejemplo, a 40 años de finalizada la guerra no sabía todavía que en el pueblo de Oswiecim, donde estamos ahora, la mitad de los habitantes son judíos: 7 mil judíos y 7 mil católicos. Yo fui a la escuela y, hasta los 18 años, nadie me habló de eso.

-¿Cuántos años tiene ahora? -Ahora, demasiados: 45.

-Y no sabía nada. -No.

Any Ventura

La historia

Auschwitz-Birkenau fue el mayor centro de exterminio nazi, donde murieron entre 1,1 millones y 1,5 millones de personas, la mayoría de origen judío. Entre los registrados hubo polacos, gitanos, prisioneros de guerra soviéticos y de otras nacionalidades. Fue establecido en las afueras de Oswiecim, a 60 km de Cracovia, durante la Segunda Guerra Mundial.

Estaba compuesto por tres campos principales (y 40 subcampos): Auschwitz I, un centro de administración, muerte y alojamiento de prisioneros; Auschwitz II (Birkenau), donde se aniquiló en cámaras de gas a la mayoría de los prisioneros, y Auschwitz III (Buna - Monowitz), utilizado como campo de trabajo esclavo.

Stanislaw Ryniak, que falleció recientemente, a los 88 años, fue el primer prisionero registrado en Auschwitz, a donde llegó después de haber sido arrestado por la Gestapo en 1940, un año después de la invasión alemana a Polonia. Era miembro de la resistencia polaca. Ana Frank (luego trasladada a Bergen-Belsen, donde murió de tifus), el escritor italiano Primo Levi, el santo polaco Maximiliano Kolbe y el premio Nobel de la Paz Elie Wiesel fueron algunos de los prisioneros conocidos que pasaron por este campo, entre muchos otros.

En 1979, Auschwitz-Birkenau fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El museo

La entrada es gratuita. El museo es estatal, solventado por el gobierno polaco. Desde 1982, también cuenta con ayuda de fundaciones y otros gobiernos.

Sólo los guías con licencia del museo tienen derecho a guiar. También hay sobrevivientes que realizan esa tarea. Este servicio y la proyección del documental Auschwitz son pagos.

En 2006 recibieron un millón de visitantes, especialmente polacos, muchos de ellos jóvenes estudiantes. Se estima que desde 1947 treinta millones de personas han recorrido el lugar.

Un aviso indica: "Niños menores de 14 años no deben visitar el museo ni ver la película".


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