lunes, 29 de junio de 2009

Musulmanas de Europa, entre dos mundos

La cirugía practicada en la clínica cerca de Champs Elysées consistió en un corte semicircular y 10 puntos de sutura por 2900 dólares. Pero para la paciente, una estudiante francesa de 23 años de origen marroquí, la intervención de apenas 30 minutos significó la llave a una nueva vida: la ilusión de la virginidad.

Igual que otras muchas mujeres musulmanas en Europa, la joven se realizó una "himenoplastia", o reconstrucción del himen, esa delgada membrana que suele romperse durante el primer coito. "En mi cultura, no ser virgen es estar manchada," afirmó la estudiante desde su cama de hospital, antes de su cirugía. "Para mí la virginidad es más importante que la vida."

A medida que crece la población musulmana de Europa, muchas jóvenes quedan de pronto atrapadas entre las libertades que ofrece la sociedad occidental y las tradiciones heredadas de padres y abuelos.

Los ginecólogos afirman que en los últimos años ha crecido el número de musulmanas que los consultan antes de casarse en busca de un certificado de virginidad. A su vez, esa misma tendencia ha hecho crecer también la demanda de cirugías de reconstrucción de himen. El servicio es publicitado abiertamente en Internet e incluso se organizan tours a Túnez, donde es más barato.

"Una musulmana que crece en la abierta sociedad europea probablemente termine teniendo sexo antes del matrimonio", dice Hicham Mouallem, un médico de Londres. No existen estadísticas confiables del número de mujeres que se someten a esta cirugía.

El tema es particularmente sensible en Francia, donde acaba de estallar un feroz debate en torno de un prejuicio que todos suponían enterrado: la importancia de la virginidad de la mujer.

La controversia llegó a su punto más álgido hace dos semanas cuando se conoció un fallo que anuló el matrimonio de dos franceses musulmanes cuando el novio descubrió que su esposa no era virgen como afirmaba ser.

El novio, un ingeniero de unos 30 años cuya identidad no fue revelada, dejó el lecho nupcial para anunciar a los convidados a la boda -que aún seguían festejando- que su flamante esposa había mentido sobre su pasado.

Al día siguiente, el novio pidió a un abogado la anulación del matrimonio. La novia, una estudiante de enfermería de apenas 20 años, admitió la verdad y consintió la anulación.

En la Francia laica y republicana, el caso toca varias fibras sensibles: la intromisión de la religión en la vida cotidiana, los términos de la disolución matrimonial y la igualdad entre los sexos.

Las desventuras de la novia rechazada terminaron de convencer a la estudiante de Montpellier de seguir adelante con la cirugía. Afirma no haber tenido relaciones sexuales y haber descubierto que su himen estaba desgarrado cuando intentó obtener un certificado de virginidad para presentárselo a su novio. "De pronto, en Francia la virginidad es importante -dice-. Me di cuenta de que esa mujer de la televisión podía ser yo."

Los cirujanos que practican esta operación afirman que ayudan a sus pacientes a tener un mejor futuro y a evitar ser violadas o asesinadas por sus padres y hermanos.

El Colegio de Ginecología y Obstetricia de Francia se opone a la operación de himen por razones morales, culturales y sanitarias. "En Francia tuvimos una revolución para lograr la igualdad, y una revolución sexual, en 1968", afirma Jacques Lansac, presidente de la institución. "Concederle semejante importancia al himen es una regresión."

Pero la historia de las mujeres que se operaron refleja la compleja y cruda realidad emocional detrás de su decisión. Una mujer musulmana de 32 años nacida en Macedonia afirma haberse operado para evitar el castigo de su padre al dar por finalizada una relación de ocho años con su novio. "Tenía miedo de que mi padre me llevara al médico para verificar si era virgen," dice la mujer, propietaria de un negocio en Francfort. "Me dijo que salvo que hubiera manchado mi honor, era capaz de perdonarme todo. Estaba segura de que me iba a golpear."

Elaine Sciolino y Souad Mekhennet
International Herald Tribune
Traducción: Jaime Arrambide
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