lunes, 8 de junio de 2009

¿Cuánto duele el amor?

De día se llena la cabeza con problemas ajenos que fluyen desde el diván. De noche inventa dramas desopilantes y elucubra finales impensados. Una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde (en este caso los dos son buenos). De día, Carlos Chernov se pone el traje de psiquiatra y psicoanalista. De noche se convierte en el escritor que escudriña en los confines del alma humana, desde donde nacen historias extravagantes que ya plasmó en cinco libros (Anatomía humana se alzó con el Premio Planeta). El último, Amor propio, desentraña el origen de los crímenes por amor.

Con dos hijos (Pablo –19– y Daniel –22–) y en pareja desde hace cinco años con Adriana, una morocha atenta que trae una bandeja con pocillos de café, Chernov vive y atiende a sus pacientes en una casa antigua de Palermo Viejo, rodeado de una enorme biblioteca y el diván, sus dos grandes pasiones.

–¿Qué misterios entraña el amor?

–Que sea un sentimiento ya es extraño. Es misterioso que un ser humano sienta atracción o rechazo por otros seres humanos. El amor no es una rareza menor, intrascendente: es central en la vida de todos. Sin amor no se puede vivir, literalmente. Una persona sin amor no sobrevive. Y eso es raro: cambia el destino, se te cruza una persona, y tu vida cambia profundamente. Todo lo que rodea al amor es trascendente, arrasador. Como dice el poema de Macedonio Fernández, “el amor se fue/ mientras duró, de todo hizo placer/ cuando se fue, nada dejó que no doliera”. Es así: máxima felicidad, máximo sufrimiento; no tiene gama intermedia.

–¿Es fácil pasar del amor al odio?

–El amor no correspondido, el amor despechado, es un clásico de la vida. O el odio contra uno mismo, que termina en suicidio. He tenido pacientes que lo han intentado; no es una cosa tan extraña.

–Hablando de amores, el caso de Rosana Galliano está en todos los medios: un crimen con tinte pasional. ¿Cuál es el resorte que se dispara para llegar a matar por amor?

–El narcisismo. Algo así como “la maté porque era mía”, “es mía o de nadie”. Los celos, el amor propio, la posesión completa, el amor propio herido... Uno puede tener odio hacia alguien que lo desprecie, una herida narcisista insoportable, sumado al dolor que da perder a esa persona; esa mezcla puede potenciarse. Y la mujer en general es la asesinada; muy raro que sea al revés.

–¿Cualquiera puede llegar a matar o hay que tener una personalidad violenta?

–Hay que tener algo a priori. La mujer, en el inconsciente colectivo, está instalada como alguien sin derecho a la autonomía; entonces, cuando lo es, el otro se siente traicionado. Una vez me contaron que un hombre se puso muy mal cuando su mujer le organizó un cumpleaños sorpresa. Ese hombre se dio cuenta de que ella podía hacer cosas en secreto. Parece una pavada, pero se enojó muchísimo; en su cabeza, su mujer no tenía una existencia autónoma.

–¿Hay hombres que piensan así?

–Claro, muchísimos. Acá, y en otros países todavía es peor. La manifestación ruidosa y con asesinato es propia de los hombres. Es la crónica de los diarios: “La mató y se suicidó”. Y de paso mató a los hijos para que no quedara nada. El hombre es más proclive al delito, por cuestiones genéticas, hormonales, culturales. Está “bien visto” que el hombre sea violento, tiene buena prensa ser “macho”.

–¿Por qué mezcla en sus cuentos el amor con la sangre, que a veces emana a borbotones?

–La sangre es sufrimiento, dolor. Pero también es algo muy fascinante, ¡encima es roja! Uno no sabe si el rojo nos atrae porque es el color de la sangre o la sangre nos atrae porque es roja. Y en mis relatos... en el amor siempre hay un grado de sufrimiento.

–En muchos de sus cuentos aparece la mujer como la que abandona, la que hace sufrir. ¿Es una realidad o sólo una posición machista?

–No es un dato de la realidad. Pero no corresponder es la defensa que tiene una mujer frente a un hombre. La única arma que tiene para ocasionar un sufrimiento y mostrar su poder.

–Usted es psiquiatra y psicoanalista, y su pasión es, está claro, desentrañar la conducta humana. ¿Es tan complicada la mente?

–Sí, tiene muchos vericuetos, demasiados. Soy médico y doy antidepresivos, ansiolíticos; creo que son necesarios y hay que darlos; no creo en la omnipotencia de la palabra, una creencia psicoanalítica en otros tiempos hegemónica. La mente es casi inabordable, tiene tantas vías de entrada, tanta superposición de lecturas, teorías e intentos explicativos... El cerebro es la única víscera que puede estudiarse a sí misma; ya se parte de una complicación inagotable: la conciencia con uno mismo.

–Hablando de medicación, se dice que los argentinos se superan a sí mismos en el uso de ansiolíticos y antidrepesivos. ¿Tan así es?

–Sí, hay un exceso. Pero la gente usa la medicación como anestesia. Creo que es la misma persona que correría al alcohol o a otras cosas, que también se ofrecen como anestésicos. A nadie le gusta soportar el dolor.

–¿Qué otra conducta humana le interesa?

–La reproducción es una conducta extraña. Esto de tomarse un enorme trabajo para reproducir los genes de los cuales uno es portador. Como individuo, ¿de qué me sirve? Está la cosa narcisista, hay gente por la calle con rasgos de mi cara, pero igual sigue siendo raro. ¿Tanto esfuerzo para eso? Por supuesto que uno ama a sus hijos, ése es el motor, pero antes de tenerlos uno no los ama porque no los conoce. Insisto, es un fenómeno extraño.

–¿Es difícil para el ser humano soportar las diferencias con los otros?

–Sí, porque los humanos vemos todo desde nuestro yo. Siempre pensamos en cómo haríamos tal o cual cosa; no hay manera de zafar de eso. Es muy difícil soportar las diferencias; es un ataque al narcisismo y es muy difícil poder manejarlo; casi todos fracasamos en el intento. El narcisismo puede ser muy despiadado, mortífero.

–Uno podría pensar que atendiendo dramas ajenos todo el día, a la hora de la literatura elegiría otro tema; ¿no le alcanza con escuchar a la gente en el diván?

–El diván solo me aburre; es lo de siempre y lo de todos los días. Los problemas que escucho son dramas comunes, y en mis libros los llevo a los extremos; por eso es literatura.

–¿Es cierto lo que dicen de los psicoanalistas acerca de que en su vida personal son un desastre?

(Se ríe a carcajadas) –Ser psicoanalista no te corrige la vida.

Mónica Soraci

Con “ch” de Chernov
Nació en Buenos Aires, en 1953. Médico psiquiatra y psicoanalista, es también autor de cuentos y novelas.

Su libro de relatos Amores brutales recibió en 1992 el Premio Quinto Centenario del Concejo Deliberante, y la novela Anatomía humana se alzó con el Premio Planeta en 1993.

Reparte su tiempo entre la familia, el ejercicio del psicoanálisis y la literatura.


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