domingo, 28 de junio de 2009

Giuseppe Tornatore regresa a los orígenes

A los que hace un año y medio se sorprendieron y hasta desconcertaron en la Fiesta del Cine de Roma con la dureza, la visión sombría y el áspero contenido dramático de La desconocida , Giuseppe Tornatore, su realizador, les recordaba que esta oscura y a veces sangrienta historia de una extranjera que ha sido despojada de una parte de su vida y su femineidad no significa un cambio de rumbo en su carrera, sino más bien un retorno a los orígenes. Es que antes de que Cinema paradiso obtuviera en 1989 el premio del jurado en Cannes, se llevara en la siguiente ceremonia del Oscar la estatuilla correspondiente al mejor film extranjero y se convirtiera en un gran éxito internacional, el cineasta nacido en Bagheria, Palermo, en 1956, ya había incursionado en el largometraje y no precisamente con un homenaje nostálgico al cine como el que hizo popular su nombre, sino con un retrato de extrema violencia, el de Il camorrista , acerca de un capo de la malavita napolitana. Sucede que entre sus incursiones en el cine de los sentimientos ( Están todos bien ), sus sucesivas evocaciones de la Sicilia natal ( L uomo delle stelle, Malena ) y la escasa repercusión que alcanzó la interesante experiencia de Una simple formalidad (que llegó tardíamente a nuestro medio y sólo en DVD), nada parecía más lejos de él que una historia tan cruda como la que está ahora a punto de verse en las pantallas locales y que le fue inspirada por una noticia leída en el periódico. Más allá de los notorios altibajos que exhibe su carrera, un film de Tornatore siempre crea expectativas, y más si se trata de uno como éste, que fue recibido con aplausos en la fiesta romana, estuvo entre los preseleccionados al Oscar 2007 y generó, como se preveía, abundantes polémicas. El mismo se encargó de alimentarlas con el misterio que rodeó a La desconocida durante el rodaje: nada pudo saberse de su trama argumental hasta que el film tuvo su première en Roma.

¿Por qué tanto misterio? Se explica: son muchos los secretos que van develándose poco a poco en el film. En el principio, por ejemplo, una escena que parece un casting se muestra en toda su sordidez: las mujeres en tacos altos y apenas cubiertas con la ropa interior desfilan frente a un oculto examinador, no son aspirantes a un concurso de belleza, sino prostitutas que han de ser seleccionadas para cumplir una misión especial. Entre ellas está Irina, la protagonista, una mujer que ha venido de Ucrania y que como tantas otras ha caído en una red de tratantes. No iremos más allá: el film tampoco muestra todas sus cartas, sino hasta el final. El calvario vivido por Irina en esa Trieste deliberadamente irreconocible, tratada como un no lugar de los que abundan en el mundo de hoy, será reconstruido siempre parcialmente en un ir y venir entre la memoria y el presente y entre la realidad y la pesadilla, hasta que una pequeña luz asome en su horizonte personal. Thriller, violencia, melodrama, cine negro y alguna truculencia se alternan en un film que está más cerca de cierta frialdad centroeuropea que de la visceralidad mediterránea y prescinde de la denuncia, aunque aborde temas tan ríspidos como el tráfico y la trata de personas o la venta de bebes: "Hoy en día un film de denuncia no tiene razón de ser, porque con la reacción inmediata de los medios de comunicación, son ellos quienes denuncian antes", ha explicado el realizador. Y al fin de cuentas, la historia de Irina (la actriz rusa Ksenia Rappoport, unánimemente elogiada por la crítica) es sólo el pretexto: el film quiere observar lo que sucede en un mundo en el que se ha hecho hábito delegar, hasta el punto en que todo resulta ya "tercerizable", inclusive la gestión de los afectos.

Es cierto que en la superficie el film parece abordar una historia anticuada, pero la culpa -como se leyó en una lúcida crítica italiana- "no es de Tornatore, sino de la realidad: el mundo contemporáneo de las migraciones, la ferocidad y el desinterés por el otro ha resucitado destinos trágicos que a estas alturas de la modernidad creíamos superados".

Fernando López
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