domingo, 28 de junio de 2009

“La impostación en este país es extraordinaria”

Para algunos, Eduardo Montes Bradley es un personaje extremadamente apasionado e irónico; para otros, un desaforado militante de la polémica. Sin embargo, para unos pocos se trata de una especie de anticristo contemporáneo. Aunque ninguno se anima a poner en duda que sus emprendimientos han trascendido tanto en su país como en los Estados Unidos, donde residió durante 28 años. Fundamentalmente, porque siempre observó la realidad desde otro ángulo.

Basta con repasar la trayectoria de este escritor, periodista, director y productor de cine. Prolífica, por cierto, ya que grabó tres largometrajes de ficción y 41 documentales, además de escribir media docena de libros –los más destacados: “Cortazar sin barba” y “Osvaldo Soriano, un retrato”–, y publicar centenares de artículos periodísticos en medios locales e internacionales.

Extrovertido como pocos, este cordobés –“bien porteño” por adopción–, supo mezclar el trabajo y el corazón en su paso por Hollywood: se enamoró y se casó con las protagonistas de sus filmes. Primero, con Blair Parker –conocida como Lisa Weickgenant–, en el rodaje de “Smooth Talker”, y luego de la mismísima Margot Hemingway, durante las grabaciones de “Double Obsesión”. Por último, y ya en el país, conquistó a una coterránea, Sandra Ballesteros, mientras filmaba “El Sekuestro”: “Fue una locura mutua. Una obsesión a primera vista. ‘Yo quiero esa, yo quiero esa, yo quiero esa’, decía, y no paré hasta que se vino a vivir conmigo”.

Hoy, a los 47 años, esos metejones adolescentes están archivados en el arca de los recuerdos y desde hace una década es el esposo de la productora Soledad Liendo, con quien concibió a Ben, de 7, y a William, de 4. Una familia que, por cierto, influyó en la decisión de embalar la ficción y volver a centrar la energía en los documentales, como “El gran simulador”. Una película que, por su ácido enfoque de los ambientalistas de Gualeguaychú y los cortes en la ruta del puente internacional, le trajo muchos sinsabores. De diatribas verbales de todo calibre y amenazas de muerte, a la prohibición de exhibir el filme en cines locales. Hasta el punto que el documental, con otro nombre –“No a los papelones”–, debió estrenarse en salas charrúas a principios del 2006. “Sigo estando harto de la imbecilidad de mis compatriotas. Aunque ya no me afecta, porque en los últimos dos años se me fue desarrollando una especie de cayos de la estupidez”, afirma el cineasta, lanzando su habitual munición gruesa.

Noticias: ¿Dónde y cómo surgió la idea de hacer la película?

Eduardo Montes Bradley: Todo empezó en la cocina de mi casa, mientras mi familia dormía y yo leía una nota que Emilio Fernández Cicco había publicado en NOTICIAS. Se trataba de la historia de Nahuel Maciel, un mapuche trucho que no sólo había escrito artículos en el diario El Cronista Comercial durante la gestión de Mario Diament y Orlando Barone, sino que hasta se dio el gusto de publicar un libro con una entrevista inventada a Gabriel García Márquez y prólogo apócrifo del uruguayo Eduardo Galeano.

Noticias: La historia te fascinó…

Montes Bradley: Es que estaba muy bien armada y, en un mundo progresista como el nuestro, que un mapuche escriba sobre García Márquez era un éxito. Entonces, llamé a Emilio y le pregunté dónde podía encontrar a este tipo. “Está en Gualeguaychú”, me respondió, desconociendo su actividad. Subí al auto y, sin muchos preludios, viajé hasta esa ciudad. Apenas llegué, encontré al mapuche trucho en la primera línea de fuego del asambleísmo entrerriano. No lo podía creer. El ahora periodista de El Argentino, uno de los diarios de Gualeguaychú, luchando contra las papeleras de la orilla vecina... Enseguida, pensé: la simulación y la impostación en este país son extraordinarias.

Noticias: ¿Para los ambientalistas entrerrianos te transformaste en el diablo?

Montes Bradley: Es posible que crean en términos de Dios y el diablo. Porque la mística de ellos es cristiana, y la amenaza es una amenaza apocalíptica, una plaga. Ellos, los mal llamados ambientalistas (abruptamente se detiene)... cuando pienso en el ambientalismo me aparece la imagen de un gay con un desodorante de ambiente en la mano. El ambientalismo no existe.

Noticias: ¿Y qué existe?

Montes Bradley: La ecología, que es una profesión seria estudiada por gente seria. En cambio, el ambientalismo es una actitud por lo general demagógica e intuitiva. Ellos, los de Gualeguaychú, ven a Botnia como una de las plagas bíblicas.

Noticias: Declarás que no te gusta ser polémico, pero arrojás misiles verbales. ¿Por qué?

Montes Bradley: Debo consultarlo con mi madre o con el psicoanalista (sonrisa). A decir verdad, no sé si los misiles son una excusa para justificar el proceso por el cual uno atraviesa por una determinada situación o es al revés. Días atrás, escuché por televisión el discurso de Benedicto XVI en la Casa Blanca. Me resultó tan progre como el discurso del progresismo latinoamericano. Se me ocurrió pensar que el progresismo latinoamericano es una especie de hijo bobo de la Iglesia católica.

Noticias: Así de simple…

Montes Bradley: Ahora, ¿es un misil? No lo es. ¿Es una consecuencia? En verdad, no sé si las consecuencias del pensamiento necesariamente tienen que ser complacientes o misilescas. Creo que los medios de comunicación entronizan o se concentran en los misiles porque son funcionales a la prensa. Pero también encuentro cosas que me agradan, con las que siento cómodo, con las que tengo una mirada complaciente.

Noticias: En un portal de internet, una persona escribió, refiriéndose a vos: “Hay que tener cuidado con estos fascistas”. ¿Lo leíste?

Montes Bradley: Sí, lo leí. Decía fascista, y neonazi o filonazi. Es parte de la confusión. Creo que el fascismo sigue siendo el último recurso del capitalismo, como decía Marx. Pero acá no se ha llegado ni a la primera instancia del capitalismo.

Noticias: Para los militantes de Greenpeace, ¿qué sos?

Montes Bradley: No lo sé. Habría que preguntarles. Les tengo muchísima simpatía.

Noticias: ¿Te criticaron el documental?

Montes Bradley: Al contrario. Tomaron distancia del conflicto de Botnia porque no estaba a las alturas de los requerimientos de una causa justa. En todo caso, lo que me preocupa de Greenpeace es por qué quieren salvar a las ballenas y no a las sardinas. Me parece que es una discriminación racial. ¿Por qué tenemos que salvar a la foca, el delfín, la ballena y los pingüinos? ¿Porque son simpáticos? Y, al mismo tiempo, eliminar el salmón, comerse la merluza y clavarse un dorado o un surubí, porque no saben jugar a la pelota, no se ríen o no saben jugar con los hombres. No creo que uno tenga que comerse lo que no le resulte simpático.

Noticias: ¿Nunca tomaste un café con la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti?

Montes Bradley: Nunca. Sería interesante (carcajadas).

Creo que Picolotti está desilusionada con lo que hizo. Inicialmente, había buena voluntad de su parte, en sumarse a la causa de Gualeguaychú. Después, vio la posibilidad de crecer, mientras se acercaba el desastre del Titanic. Creo que ella saltó a tiempo.

Noticias: ¿Picolotti tiene una cortina de humo que le impide ver un montón de cosas?

Montes Bradley: Hablando de cortinas de humo, hay una manga de idiotas parados frente a la costa del río Uruguay esperando que la columna siniestra y diabólica del lado de Fray Bentos emita dos metros cúbicos de humo para poner el grito en el cielo. En tanto, estamos tapados por la mierda del humo de los pastizales. Realmente, está mirándose la paja en el ojo ajeno.

Noticias: ¿Te llamaron los programadores del Bafici para proyectar “El gran simulador”?

Montes Bradley: Sí, el año pasado. Fue la única oportunidad que tuvieron los porteños para ver la película. Se dio dos veces, a sala llena, y generó excelentes críticas de la gente que a mí me interesaba. Fui escondido, camuflado (carcajada).

Noticias: Todo lo contrario de cuando ibas a filmar a Gualeguaychú…

Montes Bradley: Siempre en jean y remera. Lo que me resultó curioso es que los piqueteros entrerrianos asumían que yo estaba haciendo un documental a favor de su causa. Lo cual es muy interesante, porque pone de manifiesto algo que es intrínseco al documental argentino: es complaciente con la protesta. Es decir, abandona el lugar que ocupa el documentalista y se transforma en un panfleto.

Noticias: En alguna oportunidad, ¿no se te dio por ir camuflado?

Montes Bradley: Sí. Pasé al territorio uruguayo por el puente vestido de mujer y coimeando (carcajadas). Fue cuando estaba absolutamente prohibido el paso, yo tenía sentencia de muerte en Gualeguaychú: donde me agarraban, me la ponían.

Noticias: ¿Cómo se te ocurrió disfrazarte de mujer?

Montes Bradley: Tres meses después del estreno de la película, le dije a mi esposa: “Vamos a Montevideo, a ver a los amigos y al distribuidor”. Cuando llegamos a la zona del corte, los piqueteros nos dijeron que no se podía pasar. Pero les entregué 100 pesos y pasamos normalmente.

Noticias: ¿Esos son los ambientalistas de Gualeguaychú?

Montes Bradley: Esos son los piqueteros modernos.

Juan Ignacio Penlowskyj
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