lunes, 29 de junio de 2009

"Desconfío de tanta aprobación"

Trato de preservar mi pequeño lugar interior y no caer en lo que propone esta sociedad del éxito, que mezcla sin pudor la biblia y el calefón" dice Griselda Gambaro sentada frente a una estufa de leños, en su casa de la localidad suburbana de Don Bosco. Es la tarde helada y lluviosa que siguió al lanzamiento del homenaje que, durante junio y julio, le tributa el Centro Cultural Ricardo Rojas. Organizado por el responsable del área e danza, el coreógrafo Alejandro Cervera, el ciclo se inició con una charla de la escritora con la directora Laura Yusem y la actriz y directora Cristina Banegas, donde se anunció también la presentación de ¿Quién no es salvaje? , una coreografía de Mabel Dai Chee Chang inspirada en textos de Gambaro. La reflexión del comienzo responde a la pregunta sobre cómo procesa tantas expresiones de reconocimiento nacional e internacional quien, a despecho de decenas de premios, medio centenar de piezas teatrales representadas en el país y en el mundo, y una vasta obra narrativa, poética y ensayística, se define como una mujer tímida. "Me siento un poco incómoda, a decir verdad; me pregunto qué he hecho yo para merecer esto", ironiza con un recato que no le impide reconocer: "Claro que me gusta sentir el afecto de la gente, que conseguí con mi trabajo".

Es que Griselda Gambaro, que el 28 de julio cumplirá 80 años, sabe también de los rigores de la controversia y la incomprensión. Los conoció a poco de iniciarse en el oficio, cuando su obra El desatino subió a escena en el Instituto Di Tella, con dirección de Jorge Petraglia. "Ah, en aquel entonces, los adjetivos que me aplicaron fueron de lo más variado y suculento ", se ríe y evoca con el humor que recorre incluso sus textos más oscuros. Estrenada en 1965, la pieza innovaba tomando distancia del realismo y cuestionando la deshumanización que produce la costumbre en las relaciones cotidianas.

¿Cómo evalúa hoy aquel rechazo que, curiosamente, tuvo lugar en una época de oro para las vanguardias estéticas, como fueron los años 60?

Bueno, cuando se estrenó El desatino yo recién empezaba. Era, como quien dice, una "caída del catre". En teatro, sólo había escrito Las paredes , y estaba convencida de que mi obra iba a tener buena recepción. Para mí era de lectura accesible, con bastante humor negro. Pero no tenía experiencia con eso que llamamos el público; yo – –venía de la literatura, no del teatro. Me sorprendió el escándalo que produjo. En general, el público siempre es reacio a aceptar nuevos esquemas de percepción. A eso se sumó que era una época muy politizada y El desatino no parecía, a primera vista, una obra política. Se hizo una lectura prejuiciosa desde el realismo, al que hay que reconocerle, no obstante, un bien ganado prestigio. Y claro, la obra desconcertó con un lenguaje diferente, que desarrollaba escenas de forma algo inesperada. Por otra parte, tal vez haya molestado que fuese una mujer quien irrumpía con una voz distinta. Lo cierto es que la obra produjo un shock de rechazo.

También hubo un sector que valoró en su obra el advenimiento de un nuevo discurso poético y dramático.

Es cierto. Por eso será que ahora desconfío de tanta aprobación. Pero sí, para mí fue muy importante que el director del Di Tella, Roberto Villanueva, encontrara en la obra razones para llevarla a escena o que les gustara a críticos como Ernesto Schoo o Kive Staiff. Y viví como una novedad el hecho de que esas figuras que yo había imaginado sobre el papel se sostuvieran como personajes en el cuerpo de los actores.

¿Cómo se inició en los aspectos técnicos de la escritura teatral?

Nada, ni siquiera había visto mucho teatro. Pero siempre leí mucho y con una mirada observadora de los mecanismos. Es cuestión de leer no sólo la historia, por ejemplo, de Casa de muñecas o de las obras de Pirandello, sino la estructura que hay allí. Así, uno aprende.

En la charla inaugural en el Rojas, tanto Yusem como Banegas, profundas conocedoras de su dramaturgia, destacaron el valor de la palabra, sus sonoridades y la proyección metafórica de su escritura. ¿Identifica esas cualidades como naturales o son el resultado de un desarrollo autodidacta?

Yo trabajé mucho la narrativa, y eso me dio un manejo del lenguaje menos apegado al convencionalismo de lo cotidiano. Cuando escribo me interesa encontrar frases que puedan ser dichas por personas comunes pero pasadas a un lenguaje "artificial ". Porque el teatro es eso, busca expresar otra realidad, otra emoción, otro pensamiento. En cuanto a lo metafórico, creo que no hay una intencionalidad. Surge ahí lo que uno es.

A varias de sus obras se le ha adjudicado un sentido antici patorio, como es el caso de "El campo " (1967)respecto de los campos de concentración de la dictadura militar. ¿Qué es lo que la lleva a percibir en el presente esos vaticinios?

No hay tal vaticinio. Sólo es cuestión de sintonizar las señales de lo que pasa. Es pura observación de la realidad.

¿Qué elementos de la realidad la afectan actualmente como para funcionar como disparadores de su inspiración?

Me afectan las cosas del mundo de manera permanente. Pero no quiero ser autorreferencial. Creo que son cuestiones que afectan a cualquier ser humano que no sea una bestia salvaje. Como hay tantos, por otra parte.


El tema de la infancia aparece en su libro "Conversaciones con chicos " (1977), en sus novelas "El mar que nos trajo " (2001)y "Dios no nos quiere contentos " (2003)o en su obra "La persistencia ", estrenada el año pasado. ¿Por qué en casi todos esos casos su mirada rompe con el imaginario social sobre la niñez?

No todos se sensibilizan de la misma manera frente a los mismos hechos. Yo me alegro de poder romper esas convenciones. Si mi trabajo tiene una finalidad es remover lo estructurado, lo acomodaticio, la costumbre. La gente ve la foto de un desnutrido del Chaco y la indignación dura segundos. Creo que todo el arte tiene que sacudirnos de la anestesia en que vivimos. Conversaciones con chicos está hecho a partir de diálogos con mis hijos y con otros chicos que conozco, a medida que fueron creciendo. Yo tengo una relación muy fuerte con los chicos, como también con los animales y con las plantas. En el caso de La persistencia , el disparador fue la masacre de más de 300 rehenes, en su mayoría niños, que se produjo en 2004 con el ataque a una escuela rusa por un comando checheno. Somos un receptáculo de lo que está pasando y emitimos nuestra respuesta. Yo la expreso con mis herramientas.

La multiplicidad temática y de géneros que abarca su escritura incluye la novela erótica "Lo impenetrable ". ¿Cómo entró en ese peculiar universo de una cortesana del siglo XVIII?

Eso lo escribí durante mi exilio en España. El tema principal es patético: la historia de alguien que nunca puede consumar el deseo. En cuanto a la ambientación de época, en general me inspiro en mis lecturas previas. Pero no suelo hacer una investigación histórica porque no es ese mi objetivo; las descripciones están hechas con entera libertad. Del mismo modo trabajé en El mar que nos trajo.

Pero esa novela tiene un fuerte componente autobiográfico vinculado a sus antepasados inmigrantes, de modo que las fuentes habrán sido los relatos familiares.

Sólo en alguna medida, pero tampoco me puse a buscar datos sobre la inmigración. Yo trabajo con lo que sé, con lo que me dejó lo que leí a lo largo de mi vida. En ese caso tuve muy presentes algunos textos de Edmundo de Amicis. Sólo hay un caso muy puntual, mi novela Después del día de fiesta, en que me documenté exhaustivamente: obre Leopardi. o que pasa es que cuando escribo, quiero contar una historia; y no siempre es lo que termina leyendo el lector.

¿Cómo se ha sentido leída, tanto por lectores anónimos como por los directores que montan sus obras, los actores que las interpretan o los traductores que las vierten a otros idiomas?

En cuanto a las actuaciones y las puestas en escena, es una experiencia que, ya se sabe, a veces termina en satisfacción y a veces en desencanto. Cuando se trata de una traducción, si es muy mala no – – – –la autorizo y si conozco el idioma la controlo. Pero debo decir que muchas puestas de mis obras me han dejado muy satisfecha. Me gustaron mucho, por ejemplo, y para hablar de espectáculos cercanos en el tiempo, la actuación de Carolina Fal en La persistencia y la de Cristina Benegas en La señora Macbeth . Cuando eso ocurre me da mucha alegría.

Y cuando en los ensayos, las actuaciones no le dan suficiente alegría, ¿suele intervenir?

Si me dejan.

¿Qué opinión tiene del arte como entretenimiento o deleite al servicio de quienes pueden disfrutarlo?

También es bueno escuchar una sinfonía de Mozart y obtener consuelo. Eso no enceguece, no borra lo que uno sabe; tal vez pone la nota de luz necesaria para no caer en la oscuridad total. Pero llevaría más que esta charla profundizar en las implicancias del arte en su relación con la sociedad. En la plástica, por ejemplo, hay una pseudovanguardia que considera que filmar la muerte de la madre puede convertirse en obra de arte, como propone la francesa Sophie Calle en Pas pu saisir la mort . Por otra parte, sabemos que el arte tiene un costado forzosamente elitista. Uno desearía que cualquiera pudiera acceder, pero sabemos que no sucede. Son infinitos los cuestionamientos que se le pueden hacer a lo que llamamos cultura.

Usted tiene experiencia en cuestionamientos y hasta en prohibiciones: su novela "Ganarse la muerte ", le valió la censura en 1977 y el exilio en Barcelona. Y hace unos meses volvió a verse en medio de una polémica con nuevas generaciones de dramaturgos. ¿Cómo vive esas situaciones a esta altura de su carrera, ya que no parece tener especialmente un ánimo confrontativo?

Como he alcanzado una edad considerable, me concedo el beneficio de no interesarme en ese tipo de conflictos. Por otra parte, no todos los autores jóvenes son iguales. A veces influyen características personales, cierto narcisismo que impide escuchar y considerar el discurso del otro. Pero son otros los problemas que me interesan, no esas cuestiones tan pedestres. El arte no tiene sentido si no considera que se dirige a una sociedad de la que su discurso se alimenta. Escribir para divertirme y para divertir a unos pocos de mi entorno no me interesa. Se ve mucho en artes plásticas, como decía, y sobre todo en Europa. Personalmente, creo que en América latina no podemos darnos el lujo de un arte de transitoriedad vacía, complaciente. Son otros los valores. Yo tengo otros, al menos.

Usted reflexionó sobre el narcisismo y la fragilidad del artista en su novela "Dios no nos quiere contentos", a través del personaje de la Ecuyère ...

Sí, podría ser una síntesis. Pero es en el final, cuando la Ecuyère se lleva a todos en su trapecio, que se convierte por fin en artista. Lo otro son las distorsiones de esta sociedad de consumo, con sus concursos patéticos por televisión, que hacen de la vida una cosa miserable. Es una banalización que termina por adulterar el dolor más genuino. La pérdida de un hijo llega a exhibirse como una mercancía para los medios. Hasta el duelo se hace público de manera soez.

A propósito, en la charla del Rojas se dijo que actualmente está escribiendo un texto sobre la vejez ...

Son apenas unas pocas hojitas. Es que los viejos –hablo de ellos como si yo no lo fuera — me sorprenden, me fastidian y me conmueven. Por eso empecé a escribir unos textos breves, donde digo que soy vieja y soy nueva. Se llama Contradicciones. Es que justo había leído el Elogio de la vejez , de Cicerón, y encontré que el autor hace ahí como la zorra que no puede acercarse a las uvas: acentúa los beneficios de la vejez. Eso me causó gracia. Y escribí esas líneas. Pero no sé si seguiré o no con el tema.

Independientemente de lo que escribió Cicerón, ¿qué piensa usted de la vejez?

Creo que es una etapa de la vida muy activa y hay ejemplos de sobra, como Colette, o nuestras China Zorrilla o Lydia Lamaison. Una etapa en la que las pasiones persisten con fuerza, incluso a veces la pasión erótica. Los sentimientos siguen también vigentes con la intensidad de los veinte años. ¿Qué los viejos son apáticos, pasivos? No; hay viejos sabios, impetuosos, arbitrarios. Y algunos muy obsesionados consigo mismos, que se aferran de mala manera a sus enfermedades, a la decadencia inevitable. En mi libro Escritos inocentes , un ensayo de 1999, yo escribí –perdón por no citar con exactitud – algo así como que la fatiga, la pérdida de los dientes y las canas son tres signos de la vejez que podemos superar; no así el cuarto, que es cuando los seres y las cosas nos miran y nosotros no devolvemos la mirada. Eso es lo que me parece terrible de la vejez: la pérdida de la curiosidad, el ensimismamiento.

¿Tiene, además, algún otro texto con destino de imprenta?

Estoy terminando un libro de cuentos. Y escribí una especie de policial para adolescentes. A medida que va creciendo mi nieta voy escribiendo para lectores de su edad.

¿Sigue trabajando en su vieja máquina Olivetti, como se la vio en el corto que se exhibió en el Rojas, filmado por su hijo, el cineasta Lucas Distéfano?

No tengo computadora, ni email, ni Internet. Tal vez en algún momento lo acepte, pero ¿sabe?, tengo afecto por las cosas. Y eso de que a las computadoras hay que cambiarlas cada dos años para estar al día, no sé si me gusta. Yo disfruto escribiendo a máquina. Entiendo los beneficios de la tecnología, sería imbécil negarlos. Escucho a mis amigos, que me aconsejan, y a la sociedad, que presiona proponiendo cambios. Pero me pregunto: ¿para qué?¿Después de todo lo que llevo escrito, tengo que escribir más rápido? ¿Por qué tengo que buscar datos en Internet aunque no me guste ese lenguaje? A mí me da placer ir a los libros, buscar el dato, distraerme con la lectura o relectura de las páginas, de adelante y de atrás. Esa fue, hasta acá, mi manera de vivir. ¿Tengo que cambiar?

Se diría que en los reconocimientos que se le tributan por lo que, hasta acá, ha sido su manera de vivir, pensar y escribir, no permiten ninguna duda. Pero ya que hablamos de escribir, usted ha dicho alguna vez que valora especialmente la escritura a mano.

Eso también es algo que se está perdiendo. Recuerdo cuánto placer me daba recibir cartas. Tenía una amiga que me mandaba cartas desde Francia y me hacía muy feliz, no solamente leer lo que decía, sino imaginar sus gestos y los movimientos de su mano al imprimir esos trazos en el papel. Eso me la hacía más presente. En general, lo primero que miro es la letra de una persona cuando leo un texto manuscrito.

Como artista exitosa, ¿le ha tocado sentir la presión mediática?

No, nunca permití que esa presión se acercara.

¿Vivir en una localidad suburbana ha sido un método para lograrlo?
No tuvo esa finalidad, aunque celebro ese resultado, en todo caso. Pero vivo acá por una cuestión práctica, porque era más barato hacerse una casa en este barrio. ¿No le gustaría estar más cerca de la movida cultural o teatral?

A mi edad se valora tener un espacio para mirarse, para encontrarse. Porque por más que se haya vivido, uno siempre está en el borde, a punto de perderse. Este lugar es algo que necesito, para mi familia, para mis afectos, para mi trabajo, para saber cómo estoy, quién soy, qué respuestas puedo darme; si es que tengo alguna. ¿Llegaré al fin con alguna respuesta?¿O no voy a tener ninguna?

Gambaro Básico
Es una de las escritoras más relevantes de la argentina. Se inició en la narrativa con "Madrigal en la ciudad", "Las paredes" y "El desatino", los dos últimos trasladados luego al teatro. Su vasta producción dramática incluye piezas como "Los siameses", "La malasangre", "Del sol naciente", "Puesta en claro", "Decir sí ", "Antígona furiosa", "Es necesario entender un poco " o "La persistencia ". Es autora, además, de relatos y novelas como "Ganarse la muerte", "Dios no nos quiere contentos", "Lo impenetrable" o "El mar que nos trajo". Traducida a varios idiomas y estrenada en escenarios de América y Europa, hace pocos días comentaba que prefiere, con todo, la narrativa. "No sé qué les pasa a los otros, pero creo que cualquier escritor está atento a la sonoridad de las palabras, a cómo suenan. Y eso es todo (. . . ) cuál es el peso de una palabra, no lo sé. Yo lo hago sin pensar, con el oído". Este año fue declarada ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires.
Testimonios
Que el coreógrafo y bailarín Alejandro Cervera haya pensado su aporte específico a este homenaje desde el área de danza que dirige en el Centro Cultural Ricardo Rojas, habla de la multiplicidad y la riqueza inacabable de la escritura de Griselda Gambaro. "Siempre me sentí profundamente conmovido y perturbado por el talento dramático de Griselda –confiesa Cervera –, pero claro, sólo desde el lugar de espectador. Ahora, al frente del área de danza del Rojas, vengo llevando adelante un proyecto coreográfico vinculado a lo temático. Y esa admiración de la que hablé, sumada a la coincidencia de este aniversario, me indujeron a explorar cómo es "bailar Gambaro". Para averiguarlo, Cervera convocó a la coreógrafa Mabel Dai Chee Chang para que creara una obra basada en el libro de relatos Los animales salvajes y en otros textos de Gambaro. La coreografía ¿Quién no es salvaje? Se ofrece los jueves a las 21, en el marco del ciclo que Un homenaje, muchas voces incluye actividades de literatura y teoría teatral. "Toda la obra de Griselda tiene una enorme potencia expresiva pero la poética de Los animales salvajes, esa búsqueda de lo humanamente inaccesible para la razón que hace que los animales se muevan y se expresen según su naturaleza, me pareció un material fascinante para la danza", dijo Cervera. Cristina Banegas, intérprete de varias obras de Gambaro, cuenta que había sido tentada por la autora para que protagonizara La persistencia . "Yo le contrapropuse dirigirla –cuenta — porque sentí que ya estaba un poco grande para el papel. Griselda insistía en que yo en el escenario no tengo edad pero finalmente, sé que Carolina Fal hizo una interpretación excelente. No obstante, en la charla del Rojas estaba previsto que yo leyera un monólogo de mi actuación en La señora macbeth , pero cometí una pequeña trasgresión y leí un monólogo estremecedor del personaje de Zaida. Me dí el gusto. De todos modos, en términos de géneros y de estilos, Griselda propone imaginarios no muy realistas, cargados de misterio, con los que me identifico profundamente. Para mí son inolvidables ciertas experiencias con sus textos, como cuando Alberto Ure me dirigió en los ensayos públicos de Puesta en claro , una obra de una intensidad revulsiva que después se ofreció en el Payró". Laura Yusem, la directora que más piezas de Gambaro llevó a escena ( La malasangre , Del sol naciente , Antígona furiosa, Penas sin importancia , Es necesario entender un poco , De profesión maternal, Uno ama como uno puede. .. ), admite una singular sintonía estética con la autora. Y recuerda una anécdota del encuentro que iniciaría este vínculo artístico perdurable: "Ella acababa de regresar del exilio, vino a ver mi puesta de Boda blanca y en seguida se me acercó para proponerme que dirigiera La malasangre . Para mí fue un desafío extraordinario. Obviamente yo conocía y admiraba a Griselda por sus textos pero nunca había tenido ocasión de hablar con ella. Era 1982, todavía la época de la dictadura y la guerra de Malvinas. Y la obra, como todas las de Griselda, admitía lecturas metafóricas sobre lo que nos estaba pasando. En la segunda función, entró un grupo de unos 40 hombres que sacaron sus entradas en forma individual. Una vez iniciada la representación y gritando " ¡Viva Rosas!" y "¡Muera el comunismo!", desenfundaron armas y avanzaron liderados por el ultranacionalista católico Ricardo Curutchet. La función se interrumpió y había gente del público que, a pesar del clima de miedo que dominaba entonces, reclamaba por su derecho a seguir viendo el espectáculo. Yo subí al escenario y tomé de la mano a Lautaro (Murúa), que me decía por lo bajo: "No digas nada ". De pronto, un tipo se acodó sobre el proscenio apuntando y yo, que usaba tacos aguja, se los clavé en la mano diciendo: "¡El escenario no se toca!".


Olga Cosentino
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