lunes, 8 de junio de 2009

Cómo usar la Web para hacer amigos y poder viajar... gratis

Dicen que es posible tener casa y amigos en cualquier parte del mundo; que le ofrecen el sofá a quien guste viajar tanto como a ellos; que lo mejor de estar en un país extranjero es vivirlo como si uno fuese un local, y se llaman a sí mismos viajeros, no turistas.

En su mayoría son jóvenes de más de 25 años, solos o en pareja, con ingresos medios o altos, que a través de Internet se inscriben en redes sociales de alojamiento, como Couchsurfing y Hospitality Club, para contactarse con personas de otras partes del mundo, hacer amigos y buscar hospedaje gratis a la hora de viajar.

En el país hay más de seis mil jóvenes inscriptos y los organizadores locales afirman que es una tendencia en crecimiento. "En el último año, por día se están anotando entre 50 y 100 personas, y en su mayoría tienen entre 25 y 35 años", dijo a LA NACION Pablo Pécora, de 29 años, ingeniero en informática y organizador en la Argentina de Couchsurfing.com, una de las redes más populares.

Cada uno de estos sitios gratuitos reúne entre 200 y 400.000 personas de 223 países. Según Pécora, el perfil de sus miembros es diverso. "Están los que ya tienen experiencia y son viajeros de alma; los que se están animando a conocer un país por fuera del típico circuito turístico, y los que sólo prefieren alojar a extranjeros para hacer amigos y sentirse un poco de viaje", explicó.

Su casa es mi casa

Si bien uno de los objetivos de este tipo de redes es abaratar los costos de la estadía, muchos valoran más la posibilidad de conocer un país desde la visión de un local.

Laura, una joven de Almagro de 27 años, quería conocer Japón, por lo que se contactó vía Couchsurfing con Nancy, una japonesa de 30 años a quien jamás había visto en su vida, para pedirle alojamiento por una noche en su casa, en un pequeño pueblo centenario.

Laura contó a LA NACION que esa noche, después de cenar, acompañó a su anfitriona a una clase de caligrafía kanji , un sistema de escritura antiguo, y se animó a participar. Cuando recibió la corrección de su trabajo, vio que estaba lleno de círculos rojos y se desanimó. Pero Nancy le explicó que en Japón no se marcan los errores, sino lo que se hace bien.

"Para mí fue una experiencia increíble que jamás hubiese vivido si me alojaba en un hotel sin conocer a nadie", dijo entusiasmada. Todos los consultados por LA NACION coincidieron en que lo mejor de hospedarse con un local es el intercambio cultural.

Pécora contó: "Cuando fui a la India, mi hospedante me llevó a las casas de todos sus familiares. En cada una, al entrar, tenía que sacarme los zapatos. En la última yo ya estaba cansado, así que me senté en el piso para calzarme nuevamente y él me levantó por el aire, sin enojarse, y me explicó que si apoyaba la cola en el piso era como si lo escupiera. Sin desmerecer los tours, eso nos diferencia del turista y nos hace viajeros. Uno llega a entenderse con el otro sólo a través de estas vivencias".

Consejos

Según los organizadores de estas redes, es muy usual que el anfitrión le confíe una llave de la casa al visitante, pero aclaran que hay reglas que se deben seguir para una buena convivencia, por ejemplo considerar que el anfitrión no es un mucamo y que hay que estar al tanto de su rutina para respetar horarios de descanso.

También, antes de pedir alojamiento, es bueno ver los perfiles de los posibles hospedantes para saber si se puede utilizar la cocina, qué cantidad de personas están dispuestos a alojar, etcétera.

Evitar riesgos

Y como hospedarse en la casa de un desconocido puede tener sus riesgos, todas estas redes online tienen un sistema de calificación: luego de la estadía, cada miembro debe dejar una referencia, positiva o negativa, según el caso, del alojado o del hospedante.

Por otra parte, estos sitios web se mantienen con donaciones voluntarias de sus miembros, el mínimo de 25 dólares, a través de tarjeta de crédito y, como contrapartida, reciben una certificación de confiabilidad, ya que así se verifica que su domicilio es real.

Este sistema es muy útil sobre todo para las personas que viajan solas, aunque no siempre es garantía. "Una noche paré en Tokio en la casa de un chico -contó Laura-, porque las referencias, sobre todo de mujeres, eran excelentes. A la mañana, cuando me desperté, me di cuenta de que estaba recostado al lado mío y me abrazaba. Pobre, no creo que lo haya hecho por depravado, el día anterior me había dicho que estaba triste porque había perdido su trabajo. ¡Igual agarré mi mochila y me fui corriendo!"

Para otros, las experiencias siempre fueron positivas. Es el caso de Alejandro Tolosana, de 29 años, y su mujer, Mariana, de 32. "En Bélgica -contó Alejandro- nos hospedamos con unos universitarios que tenían la heladera siempre llena para nosotros, y en Londres, con una familia muy humilde que nos trató con mucho cariño. A pesar de que existen diferencias culturales, hay una forma de igualdad: vos no sos ni pobre ni rico, ni inglés ni argentino, sólo una persona interactuando con otra."

Paula Soler

La idea de estos sitios es buscar alojamiento y también ofrecerlo. Por eso, a la hora de anotarse, hay que llenar una planilla con los datos personales completos (nombre, domicilio, etc.) y definir si se está de acuerdo con alojar a extranjeros.

Pero, a diferencia de los norteamericanos o franceses, que son los que más confían un lugar en su casa, de los 3000 argentinos inscriptos en Couchsurfing, sólo 400 ofrecen su sofá.

El resto sólo acepta invitar una cena u oficiar como guía turístico. Algo similar pasa en el resto de estas redes sociales.

No obstante, hay alojadores históricos. Inés Tormo, comunicadora social de 54 años, es miembro de Hospitality Club desde 2004 y ya ha alojado a más de 40 personas extranjeras en su hogar. "Me gusta recibir a voluntarios de países de Europa del Este -dijo Tormo-, porque a ellos les cuesta mucho viajar y, además, tienen una riqueza espiritual muy grande. Y, como yo no viajo, no los podría conocer de otra manera."

Según los usuarios, este tipo de comunidades también sirve para conocer gente y redescubrir Buenos Aires. Martín Levy, de 30 años, administrador de un local de accesorios, dijo a LA NACION: "Aumentó mi espectro de amigos. A los 30 años es común que uno no sepa qué hacer los fines de semana. Ahora, siempre tengo a alguien en mi casa a quien mostrarle la ciudad y, además, te das cuenta de lo linda que es", explicó mientras en su hogar compartía la tarde con una chica francesa y otra sueca y se preparaba para reunirse con otros viajeros en una pizzería del centro porteño.

www.couchsurfing.com
www.bewelcome.org
www.hospitalityclub.org
www.globalfreeloaders.com


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